Sordera y mudez espiritual

En el Evangelio del domingo XI después de Pentecostés se lee del milagro realizado por Jesucristo sobre un sordomudo.

Si bien, es digno de compasión este sordomudo del Evangelio. Pero, lamentablemente, entre los cristianos hay sordomudos de otra especie, más dignos de compasión todavía; porque no se quieren curar de su triste enfermedad; al contrario, se complacen en ella y huyen de los remedios. Para ello, se necesita de un gran milagro para salvarlos. Esto hay que pedirlo a Nuestro Señor.

¿Quiénes son los sordos espirituales?

Son los pecadores que ya no escuchan la voz y las advertencias de Dios. Esta sordera espiritual comienza primero con la negligencia, luego se hace voluntaria, aceptada. Siendo ésta, más o menos culpable, e igualmente más o menos difícil de curar.

Dios nos habla, nos llama, nos advierte de muchas maneras:

1. Nos habla continuamente con el espectáculo de naturaleza, como dice la Escritura; “El cielo nos narra o habla de la Gloria de Dios”. “Dondequiera dirijo la mirada, Inmenso Dios, te veo. En tus obras te admiro. Te reconozco en mí. La tierra, el mar, las estrellas, hablan de tu poder. Estas en todas partes”.

Las criaturas de todas partes nos dicen: “Adorar, amar a tu Dios”. Sin embargo, hay hombres que están sordos a estas voces potentes de la naturaleza, así como dice el Salmo CXIII, 5 y 6: “Tienen ojos, y no ven; oídos, y no oyen”.

2. Nos habla por el Evangelio, por la cruz, por el Sagrario, recordándonos todo lo que Él hizo y sufrió por nosotros, todas las enseñanzas que nos ha dado. Pero, ¡cuántos, en vez de amarle, le crucifican de nuevo! Tienen oídos, y no oyen.

3. Nos habla por la voz de sus sacerdotes y sus misioneros. Pero, muchos hombres son sordos, no quieren escuchar la palabra de Dios, y la desprecian. De ahí los innumerables pecados de ignorancia.

4. Nos habla con los buenos ejemplos que nos han dejado los santos y los que nos dan continuamente los buenos cristianos. Pero, sin embargo, hay hombres que nos les dan importancia.

Dios nos habla de otras maneras: con remordimientos de conciencia, con santas inspiraciones, con enfermedades, con adversidades.

Llama y golpea la puerta de nuestro corazón. Pero, hay hombres que ahogan los remordimientos, rechazan las inspiraciones, y no se conmueven en la adversidad.

Esto es un ¡Fenómeno incomprensible! Mientras éstos son reacios al bien, son, al contrario, inclinados al mal. No escuchan las buenas y amorosas palabras de Jesús, sólo escuchan gustosos las de Satanás y las de sus emisarios, que los llevan al pecado y por el camino de la eterna condenación.

¡Qué locura! ¡Cuánta malicia! ¡Este es el gran peligro, a cuyo encuentro van, de ser, para siempre, rechazados por Dios!

¿Quiénes son los mudos espirituales?

La mudez espiritual sigue ordinariamente a la sordera; la hace más culpable, más peligrosa y, por decirlo así, incurable.

1. Son mudos espirituales los que nunca oran, los que jamás hablan a Dios para darle gracias y para pedirle lo que necesitan: Tienen labios, y no hablan. Salmo 134, 16.

2. Los que, bajo la influencia del demonio, ocultan y disfrazan sus pecados en la confesión. Cometiendo un sacrilegio.

3. Los que por obligación deberían instruir, reprender impedir el mal, y no lo hacen por negligencia, por cobardía o por malicia. Ya que las causas ordinarias de la mudez espiritual son las siguientes: el pecado, y la triple concupiscencia.

Pero, lo mismo que los sordos de cuales hablamos anteriormente, estos pecadores que vemos mudos para el bien respecto a Dios, no lo son para el mal, para ofender a Dios, y decir mal del prójimo, vomitar injurias, hablar siempre de cosas terrenas. Siendo muchas de las veces un foco de iniquidades, que nada podrá extinguir.

Los Remedios

1. La caridad de las almas santas, que, sin cesar y con instancia, han de pedir la conversión de estos pobres endurecidos, y esforzarse, por todos los medios posibles, en llevarlos a Jesús y a sus ministros.

2. La buena voluntad de estos mismos pobres pecadores, con el deseo de ser curados. Deben estar dispuestos a hacer lo que Jesús les pide: que es detestar y dejar el pecado, las ocasiones o las lecturas peligrosas, las malas compañías, buscar el recogimiento, orar, llorar los pecados, pedir la gracia del Espíritu Santo y serle fiel.

3. La acción milagrosa y divina de Jesús, quien, por su potente gracia, abre su corazón su lengua y por boca de sus ministros, los cura y los envía consolados y dichosos.

Por último. ¡Oh, Jesús mío!, si hay entre los que me leen sordos y mudos espirituales. Ten piedad de ellos, y cúralos. Abre sus oídos para que oigan tu misericordioso llamamiento y se muestren fieles a tu gracia. Desata la lengua, a fin que clamen a ti, bondadoso Salvador, que confiesen sus pecados de modo que obtengan el perdón y que merezcan ser salvados y que puedan alabarte por toda la eternidad en el cielo.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

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