La Extremaunción, un sacramento poco comprendido por los no católicos

La Extremaunción es el 5to. y el último, de los sacramentos de los que se refieren a la vida individual del que lo recibe, y es, así llamado por ser la última y extrema-unción que recibe el cristiano a punto de salir de este mundo para entrar en la eternidad.

La Extremaunción es un complemento del sacramento de la Penitencia, como la Confirmación lo es del Bautismo. En la confirmación el hombre bautizado se corrobora en su fe para confesarla y defenderla valientemente como auténtico soldado de Cristo. en la Extremaunción, el cristiano recibe un aumento de energía para superar victoriosamente la última batalla de la vida. Y así como en la vida corporal, además del remedio para curar una grave enfermedad, se requiere una medicina que restablezca totalmente las fuerzas del enfermo, así en la vida espiritual, además del sacramento de la penitencia, que libera de la grave enfermedad del pecado, se requiere otra espiritual medicina que restaure íntegramente la salud del cristiano y borre los últimos rastros y reliquias del pecado. Tal es, cabalmente, el sacramento de la extremaunción, por eso dice Santo Tomás que “este sacramento es último y, en cierto modo, el que consuma toda curación espiritual, sirviendo como de medio para que el hombre se prepare para recibir la gloria” (Contra los Gent. 4, 73).

El sacramento de la extremaunción puede definirse de la siguiente forma: Como un sacramento de Nueva Ley, instituido por el mismo Cristo, para conferir al enfermo en peligro de muerte la salud del alma y aveces la del cuerpo, en virtud de la unción del óleo bendecido y de la oración del sacerdote.

 LA EXISTENCIA DE ESTE SACRAMENTO

Han sido muchos los errores y herejías entorno al sacramento de la extremaunción he aquí los principales:

a)Los albigenses, valdenses, wiclefitas y husitas lo negaron, más o menos abiertamente, la existencia de este sacramento o hablaron irreverentemente contra él (cf. D 424, 669).

b)Lutero lo consideraba un sacramental (en el libro sobre la cautividad de Babilonia)

c)Calvino niega su existencia y llama a este sacramento “histriónica hipocresía”.

d)Los modernos protestantes –excepto los ritualistas— rechazaron el sacramento de la extremaunción.

e)Los modernistas niegan también al igual que Lutero la sacramentalidad de la extremaunción y afirman que el apóstol Santiago no intentó promulgar un verdadero sacramento instituido por Cristo (D. 2048).

La Doctrina Católica en lo referente a éstas negaciones ha expuesto la siguiente conclusión: La Extremaunción es un verdadero sacramento de la Nueva ley, instituido por el mismo Cristo y promulgado por el apóstol Santiago. (De fe divina, expresamente definida).

He aquí las pruebas: a)La Sagrada Escritura. Se encuentra una ligera insinuación en el mismo Evangelio: “Partidos (los apóstoles), predicaron que se arrepintiesen, y echaban muchos demonios, y ungiendo con óleo a muchos enfermos, los curaban (Mc., VI, 12-13). Y aparece claramente en la epístola del Apóstol Santiago: “¿Esta enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor.Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor le aliviará, y si se halla con pecados, se le perdonarán” (Sant., V, 14, 15).  Este texto ha sido interpretado por toda la tradición cristiana como alusión directa al sacramento de la extremaunción, del que se declara su materia, forma, ministro y principales efectos. El Concilio de Trento confirmó definitivamente esta interpretación (D. 908).

b) El Magisterio de la Iglesia. Lo enseñó así desde los tiempos primitivos:  Los Santos Padres de los primeros años de la Iglesia Católica hacen  numerosas alusiones a este sacramento.

 Orígenes (185-255) se refiere a él como un complemento de la Penitencia, en su Levítico, dice: “También hay una remisión de los pecados por la penitencia, cuando el pecador… no se avergüenza de declarar sus pecados al Sacerdote del Señor, y buscar el remedio… con lo cual también se cumple con lo que dijo el Apóstol Santiago:“¿Esta enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en el nombre del Señor”.

En su tratado sobre el Sacerdocio (Homilía ii: 43) S. Juan Crisóstomo hace una comparación entre el poder de los sacerdotes y el de los progenitores. “Nuestro padres nos engendran a la vida natural, escribe, y los sacerdotes, a la vida sobrenatural. Además, nuestros padres no pueden apartar de nosotros la muerte corporal, ni la enfermedad que nos amenaza. Pero los sacerdotes con frecuencia alivian el alma, cuando esta enferma y a punto de perecer, haciendo más ligero el castigo para unos, y evitando a otros totalmente la caída; y esto no sólo hacen por medio de la enseñanza, sino con el auxilio de la oración. Y no solamente cuando nos regeneran (por el Bautismo) y nos perdonan nuestros pecados, sino también tienen el poder de perdonar los pecados cometidos después: porque dice Santiago: ¿Esta enfermo alguno entre vosotros? Etc.” (Lib. 3 de Sacred).  Puesto que la Extremaunción perdona los pecados, necesariamente ha de haber sido instituida, no por la Iglesia, sino por Cristo, único que tiene poder para conferir la gracia santificante.

En una carta escrita en el año 417 a Decenio, Obispo de Gubio. El Papa Inocencio I cita las palabras de Santiago, para probar que la Extremaunción es un sacramento, lo mismo que la Penitencia y la Eucaristía. Además declara que si bien el óleo puede ser bendecido únicamente por el obispo, el sacramento puede ser administrado, ya sea por los sacerdotes, ya por los obispos, y que remite el pecado.

La Liturgia da testimonio: El Sacramentario de Sarapión, Obispo de Tmuis, en el Egipto, fue escrito a principios del siglo IV. En ese ritual litúrgico se encuentra una oración para bendecir el óleo de los enfermos, lo cual prueba que la Extremaunción era administrada en aquellos primitivos tiempos, como ahora mismo, por sus efectos saludables sobre el alma y el cuerpo. Dice así: “Te invocamos… Padre de nuestro Salvador, Jesucristo, y te pedimos que derrames desde el cielo el poder curativo del Unigénito sobre este óleo, a fin de que sea para todos los que ungen con él, extirpación de toda enfermedad, antídoto contra todos los demonios…  gracia santificante y remisión de los pecados, medicina de vida y salvación, salud e integridad de alma, cuerpo y espíritu, y perfecta fortaleza”. (Dictionnaire d´Archaeologie, v. 1032).

En Occidente, el Sacramentario Gelasiano (735) y el Gregoriano (975) contienen ciertas oraciones para la bendición del óleo de los enfermos. Dichas oraciones no solamente piden a Dios “aliviar todas la enfermedades del paciente, sino tener misericordia de todas la iniquidades; a fin de que sienta Tu medicina no sólo en su cuerpo, sino también en su alma”. Estos rituales, tanto de Occidente como de Oriente, nos dan una idea clara de las prácticas y doctrinas de la primitiva Iglesia, pues las oraciones de la Iglesia constituyen el índice seguro de sus creencias.

Y el Concilio de Trento lo definió con las siguientes palabras: “Si alguno dijere que la extremaunción no es verdadera y propiamente sacramento instituido por Cristo nuestro Señor (Mc., VI, 13) y promulgado por el bienaventurado apóstol Santiago (Sant., V, 14), sino sólo un rito aceptado por los Padres de la Iglesia o una invención humana, sea anatema” (D. 926).

c)La Razón Teológica. Descubre sin esfuerzo la gran conveniencia de que Cristo, que tantos enfermos sanó durante su vida mortal, instituyera un sacramento para ayudar a los enfermos en su tránsito a la eternidad. Así como el bautismo nos da la gracia de la regeneración, y la confirmación la corrobora, y la eucaristía la alimenta, y la penitencia la restaura repetidas veces en la vida, era muy conveniente que hubiera otro sacramento especial para confortar al enfermo en sus últimos momentos y prepararle para el tránsito a la vida eterna.

En cuanto a cuando Cristo instituyó el sacramento de la Extremaunción: la opinión más fundamentada de los teólogos es que instituyó Cristo este sacramento después de su resurrección en aquellos cuarenta días que precedieron a su ascensión, y en los que apareció repetidas veces a los apóstoles “hablándoles del reino de los cielos” (Hech., I, 3). La principal razón que parece persuadirlo es que la extremaunción es un complemento del sacramento de la penitencia, y, por lo mismo, debió instituirse después de ella; y consta que la penitencia la instituyó Cristo después de su resurrección (Juan XX, 22-23).

ESENCIA DEL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN

A)La Materia: Es el aceite de olivas, bendecido expresamente para esto por el obispo, como materia remota y válida de este sacramento (Cf. cn. 945). Y la materia remota lícita en los casos ordinarios es el óleo puro, bendecido el mismo año por el obispo de la diócesis. Y siendo la materia próxima de este sacramento la unción del enfermo con el óleo bendecido, en la forma determinada por la Iglesia.

B) La Forma: Consiste en las siguientes palabras que pronuncia el sacerdote al administrarlo: “Per istam sanctam unctionem et suam piisimam misericordiam indugeat tibi Dominus quidquid (per vusum, aunditum, odoratum, gustum et locutionem, tactum, gressum) delequisti. Amen”. (Por esta santa unción y su piadosísima misericordia, te perdone el Señor todo cuanto has pecado por la vista, oído, olfato, gusto, palabra, tacto y malos pasos). Y en caso de necesidad urgente debe de emplearse la siguiente formula: “Per istam sanctam unctionem indulgeat tibi Dominus quidquid deliquisti”. Amen, haciendo una sola unción en la frente.

Este sacramento se administra únicamente a los que se hallan gravemente enfermos, y nunca se administra a los soldados antes de entrar en combate o a los criminales que van a se ejecutados.

EFECTOS DEL SACRAMENTO

Los efectos principales, indicados por el Concilio de Trento, son el conferir la gracia, la remisión de los pecados, y el alivio del enfermo. “Este efecto, declara el Concilio, es la gracia del Espíritu Santo, cuya unción borra los pecados, si algunos quedan sin expiar, y las consecuencias del pecado y alivia y fortalece el alma del enfermo, suscitando en él una gran confianza en la divina misericordia, sostenido por la cual lleva con mayor ligereza la aflicciones y sufrimientos de la enfermedad y con más facilidad resiste las tentaciones… y algunas veces, cuando es conveniente para la salvación de su alma, recobra la salud corporal”.

El efecto primario del sacramento de la extremaunción es conferir al enfermo la gracia sacramental, confortando su alma contra las reliquias del pecado, o sea, contra la debilidad procedente de los pecados pasados.(De fe divina, expresamente definida)

Los efectos secundarios del sacramento de la Extremaunción son: a)en absoluto, la disminución del reato de pena temporal debida por los pecados; b)hipotéticamente, la remisión de los pecados mortales o veniales, si los hay, y la salud del cuerpo si conviene para el bien espiritual del enfermo. (Doctrina cierta y común)

EL MINISTRO DE ESTE SACRAMENTO

El Ministro para la válida administración de este sacramento de la Extremaunción es únicamente el sacerdote valida y legítimamente ordenado.

Ya que este sacramento es complementario del de la penitencia y, a veces, perdona incluso los pecados del que lo recibe. Luego sólo al sacerdote corresponde administrarlo, ya que solamente él ha recibido de Dios la potestad de perdonar los pecados. No pueden hacerlo los seglares ni los diáconos.

OBLIGACIÓN DE ADMINISTRAR ESTE SACRAMENTO

El Código de Derecho Canónico de 1917 preceptúa lo siguiente: “El Ministro ordinario, es el párroco del lugar, está obligado por justicia a administrar este sacramento por sí mismo o por medio de otro, y, en caso de necesidad, todo sacerdote está obligado a ello por caridad” (cn. 939).

SUJETO PARA LA RECEPCIÓN DE ESTE SACRAMENTO

La Extremaunción sólo puede administrarse al bautizado que después del uso de razón se halla en peligro de muerte a causa de enfermedad o vejez. (cn. 940, 1)

No puede reiterarse este sacramento durante la misma enfermedad, a no ser que el enfermo haya convalecido después de la extremaunción y haya recaído en otro peligro de muerte. (cn. 940, 2).

Cuando se duda si el enfermo ha llegado al uso de la razón, o si está realmente en peligro de muerte, o si ha muerto ya, adminístrese este sacramento bajo condición. (cn. 942).

No debe administrarse este sacramento a aquellos que permanecen obstinadamente impenitentes en pecado mortal manifiesto; y si hay duda de esto, adminístrese bajo condición. (cn. 942).

No debe diferirse hasta el último momento, cuando ya el enfermo esté inconsciente. Debe administrarse cuando el paciente se halla en su conocimiento y puede aún unirse al sacerdote en las oraciones. El conferir este no significa necesariamente que el enfermo va a morir; pues debe recordarse que uno de su fines es ayudar al enfermo a recobrar la salud. Si no vacilamos en llamar al médico para que atienda a la salud corporal, ¿por qué hemos de vacilar en llamar al sacerdote, que atiende tanto a la salud corporal como a la espiritual? “Porque en verdad una medicina espiritual, dice el Cardenal Gibbons, que disminuye los terrores de la muerte, consuela al cristiano moribundo, fortifica al alma en su última batalla, y la purifica para traspasar los linderos del tiempo a la eternidad, debiera aprovecharse con gratitud y con anhelo, especialmente en vista de que prescribe el Médico celestial”.

Existe un cuadro conmovedor que S. Juan Evangelista nos presenta el cual nos narra: Llegado apenas Jesús a galilea, procedente de Judea, se le acerca un alto funcionario de Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea.Su corazón está destrozado por dolor, porque su hijo yace en el lecho a punto de morir en su casa de Cafarnaúm. Aunque no es uno de los seguidores de Jesús, el ha oído hablar de las curaciones portentosas que ha realizado en Judea y en Samaria. Extranjero como es, su ansiedad paterna por su hijo moribundo le arrastra a la presencia del divino Maestro, al cual dirige sus palabras de suprema angustia: “Ven Señor, antes que mi hijo muera”. ¡Con cuánta ternura se vuelve a él Jesús, y le dice: “Anda, que tu hijo esta sano”.

Resonando la melodía de estas dulces palabras todavía en sus oídos, la humanidad doliente, a lo largo de casi veinte siglos ha vuelto sus tristes ojos a Jesús, y ante el espectro de la muerte próxima grita como aquel oficial de Galilea: “Ven, Señor antes que muera mi hijo”. Y por todos estos siglos Cristo ha acudido solicito al llamado, por medio del Sacramento de la Extremaunción, el canal divinamente establecido para llevar la clemencia y socorro del Señor a los enfermos y a los moribundos.

Por último espero en Dios, que toda esta información que hemos mostrado acerca de este sacramento, les sea de suma ayuda, para que a través de un conocimiento más profundo, puedan valorarlo mejor, y de esta manera estar más atentos y caritativos para llevar al sacerdote, para que administre este último sacramento   a nuestros enfermos.

Para la elaboración de este escrito, tomamos como base algunos textos, como: Catecismo Romano ed. De 1956; El Magisterio de la Iglesia de E. Denzinger; Teología Moral para Seglares P. Royo Marín II tomo, 3ra. Ed.; la Iglesia Católica del P. Juan A. O´Brien.

Mons. Martin Davila Gandara