Preparación para la Navidad

“Preparar el camino a la venida del Señor” Exclama S. Juan el Bautista.

A una semana de la natividad de Cristo, la Iglesia nos recuerda la exhortación del Profeta y del santo Precursor S. Juan Bautista, para excitarnos a preparar bien nuestra alma a fin de recibir a Jesús en la hermosa fiesta de la Navidad: decía S. Juan Bautista “Haced penitencia porque ya se acerca el Señor”. Los obstáculos para que Jesús venga a nuestro corazón son nuestros pecados y nuestras pasiones inmortificada. Tenemos, pues, que purificar nuestra alma a fin merecer ver al Salvador y ser colmados de sus gracias.

NECESIDAD DE ESTA PREPARACIÓN

Es sumamente necesaria, ya consideremos la excelencia de Aquel que viene, ya que sondeemos la profundidad de nuestra miseria y de nuestra indignidad.

1. La venida de Jesús al mundo fue precedida de una expectación de muchos cientos de siglos; y como preparación próxima envió el Señor a su Precursor a predicar la penitencia… En efecto, se trataba de preparar una morada no a un hombre, sino al mismo Dios.

Lamentablemente no fueron muchos los hombres los que escucharon a S. Juan y de ellos un corto número de personas de buena voluntad. Si realmente fueron poquísimos los judíos que reconocieron y recibieron al Salvador, fue porque pocos los que se prepararon con una verdadera y sincera penitencia.

Precisamente la desgracia de este pueblo vino de haber querido ignorar a Jesús: Así lo decía S. Lucas XIX, 42, sobre Jerusalén: “¡Si conocieras también tú lo que sería para la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos”; Y el profeta Oseas, XIII, 9: “Tu ruina, oh Israel, viene de ti, y sólo de Mí tu socorro”.

2. El mismo Jesús es quien nos anuncia su venida a nuestras almas, el Salvador, el Emanuel, el Hijo eterno de Dios nacido en el tiempo de la Virgen María, es quien quiere visitarlas, reposar en ellas y establecer en ellas su morada: así como le dijo a Zaqueo: “porque hoy es necesario que Yo me hospede en tu casa” (Luc., XIX, 5).

¡Oh! ¡que honor sería para nosotros! ¡que Jesús viniera a nuestras almas! Por eso nos es preciso que para ello nos mostremos dignos. Por lo tanto, no de haber nada en nuestro corazón que pueda ofender los ojos de este amable Salvador.

Purifiquémonos y adornemos nuestra alma como haríamos con nuestra casa si tuviésemos que recibir a un gran personaje. Los que son pecadores conviértanse y háganse justos; los justos justifíquense más; los santos santifíquense más todavía; porque el que viene es el Señor como no lo anunció el Bautista.

EN QUÉ CONSISTE ESTA PREPARACIÓN.

1. En: “Enderezad las sendas”, es decir, purificar nuestra alma con la penitencia; el pecado mancha y mata el alma, la penitencia la purifica y la resucita; por el pecado la conciencia se oscurece y se desvía; entonces es necesario rectificarla, y devolverle su rectitud y sencillez, y todo esto se logra con la penitencia, ya que nada debe ser obstáculo para recibir de la mejor manera a Jesús en esta Navidad.

2. En que: “Todo valle sea terraplenado”. Los valles significan los vacíos producidos en nuestra alma por el olvido de Dios y de sus preceptos, por la negligencia de nuestros deberes para con Él.

Este olvido viene de nuestro apego excesivo a los bienes de la tierra, de nuestro deseo de satisfacer los apetitos sensuales; precisamente esto es lo que les sucedía a los judíos por eso no aceptaron a Jesús como el Mesías; y también esto es lo que impide a tantos paganos recibir la luz del Evangelio.

¡Y cuántos cristianos hay, hoy en día! Lamentablemente más solícitos de los intereses temporales que de los espirituales, y con ello vacíos de buenas obras y de méritos delante de Dios, así como dice S. Pablo a los Col., III, 1-2: “Si, pues, fuisteis resucitados con Cristo, buscad las cosas que son arribas, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios”.

Pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” Por lo mismo debemos hacer dignos frutos de penitencia, todo esto con la pura intención de que todo valle sea terraplenado.

3. “Todo monte y cerro será allanado”. Es decir, que sea abatido todo orgullo, todo amor propio, y arrancado todo el egoísmo.

Ya que el orgullo ha perdido al género humano, en el pecado de Adán y de Eva; y es por eso que el Salvador apareció en la tierra pobre y humilde, y dándose solamente a los humildes y pequeñuelo, ya que nada le atrae ni le agrada tanto como la humildad; y ahora todo el que quiera recibirle debe abajarse y humillarse.

Por eso decididamente, debemos, despojarnos de todo orgullo, de toda vanidad; procurando ser humildes porque sólo así podremos ver a Jesús y gustar de Él, en esta Navidad.

4. “Los caminos torcidos serán enderezados.” Es decir: debemos de arrojar de nuestro corazón toda hipocresía y doblez, porque Dios aborrece la mentira. Este vicio explica el endurecimiento de los fariseos.

Ya que, si queremos que Jesús venga a nosotros, y así como dice S. Pablo en I Cor., V, 7-8: “Expurgad la vieja levadura, para que seáis una masa nueva, así como sois ázimos; festejemos, pues, no con la levadura añeja ni con levadura de malicia y de maldad, sino con ázimos de sinceridad y de verdad.”

Para que nuestro corazón sea sencillo delante de los hombres: y de este modo merezcamos las palabras que Jesús dijo a Nataniel, puestas por S. Juan, I, 47: “He aquí, en verdad, un israelita sin doblez.” Obremos pues en todo con una gran pureza de intención y con espíritu de fe, con miras de agradar a Dios y de procurar su gloria”.

5. Los caminos escabrosos serán igualados. Estos caminos simbolizan todo lo que es duro, áspero, ofensivo en nuestro espíritu, en nuestro corazón y en nuestras palabras. Estos por lo regular son los que tienen caracteres difíciles, los que tienen desigualdades de humor, las susceptibilidades, las aversiones, la cólera, la falta de tolerancia y de paciencia.

“Todas estas cosas desagradan a Jesús, que es la misma dulzura, el amor y la caridad”. Por eso si queremos que Jesús venga a nosotros y en nosotros permanezca, debemos de arrojar todo lo que es duro, ofensivo, opuesto a la caridad. Así como no lo dice S. Pablo a los Gal., VI, 2: y a los Efes., IV, 2: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la Ley de Cristo”. “Soportándonos unos y otros con caridad”.

FRUTOS DE ESTA PREPARACIÓN.

Tengamos la seguridad de que, si estamos así preparados, Nuestro Señor Jesucristo vendrá a visitarnos; y se manifestará y se nos dará a nosotros y nos colmará de toda suerte de gracias y de bendiciones; ya que Él mismo nos dice en S. Juan XIV, 23: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y Padre lo amará, y vendremos a él, y en él haremos morada”; y en el Salmo, XXXIII, 9: “Gustad y ver cuán bueno es el Señor; dichoso el hombre que se refugia en Él.”

¡Qué dicha y que alegría es para el buen cristiano recibir a Jesús, gustar y gozar de Él! ¡Es como el paraíso anticipado! Y porque no exclamar estas palabras ¡Oh Jesús dulce memoria, y cuán piadosa es la penitencia, y que bueno es quererte, cuando Tú vienes a nosotros!

¡Dichosas las almas bien preparadas, puras, humildes, sencillas y mansas! ¡Cuánto se complace Jesús en ellas y las enriquece! Pero desgraciadamente ¡cuántas hay que rehúsan recibir a Jesús!: y por eso S. Juan, I, 11, nos dice: “Él vino a lo suyo, y los suyos no lo recibieron.”

¡Lamentablemente cuántos cristianos se descuidan el prepararse bien! Es por eso, que ellos no sacan el debido fruto en las comuniones, ya que las hacen: malas, culpables y estériles, todo por no querer renunciar al pecado y corregir las negligencias, deponer los sentimientos de orgullo, ¡de odio y de rencor! Para ello, es necesario, que cada uno haga un examen sobre este punto de gran importancia.

Por último, queridos hermanos: necesitamos redoblar, más y más la vigilancia y el fervor para prepararnos lo más dignamente para recibir a Jesús, ya que como dice S. Juan el Bautista “Esta cerca el Señor” y dentro de pocos días, se nos manifestará la: “Gloria del Señor”. Por mismo renovemos nuestra alma, y pidamos a María que nos ayude y nos dé ella misma a su dulce Jesús.

Gran parte de este escrito se ha tomado del Libro “El Archivo Homilético para todas las domínicas y fiestas del año de J. Thiriet – P. Pezzali.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

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