Los Pecados del oído y de la lengua

Le presentaron al Señor a un sordo y mudo” (Marc., VII, 32)

En el Evangelio del domingo XI después de Pentecostés se lee de un milagro realizado por Nuestro Señor Jesucristo sobre un hombre que estaba impedido del oído y de la lengua.

Este sordomudo viene siendo la imagen del pecador endurecido. Recordándonos esto, un fenómeno bien triste y desgraciadamente demasiado común entre los cristianos: que muchos son sordomudos, para el bien y para las cosas de Dios; pero tienen siempre abiertos los oídos para escuchar al demonio y todo lo que es malo, y la lengua bien desatada para ofender a Dios y al prójimo.

Lamentablemente ¡Cuántos pecados se cometen con el oído y con la lengua! Veámoslo:

PECADOS QUE SE COMETEN CON EL OÍDO

1) Dios nos ha dado el oído para escuchar su palabra y las verdades eternas, hasta que obtengamos ir a escuchar su voz en el cielo. Pero, el demonio pone todos sus esfuerzos en cautivarnos por este sentido, y para infiltrar por él, como por los ojos, la muerte en nuestra alma.

¡Cuántos cristianos, por negligencia, cobardía, malicia, lamentablemente abren sus oídos a todas las sugestiones del diablo, aun las más horribles! ¡O! ¡A todas las máximas falsas del mundo, opuestas al Evangelio! Y ¡A toda clase de discursos contra la religión y la virtud, pero sobre todo contra la caridad del prójimo! Por eso dice San Pablo: “No es engañéis. Las malas conversaciones dañan las buenas costumbres” (I Cor., XV, 33).

Por el contrario, las conversaciones piadosas fortalecen el alma y agradan a Nuestro Señor. Pero sin embargo ¡Cuántos pecados se cometen conversando! Siendo el oído gravemente responsable de ellos, porque si los detractores (o sea personas que calumnian, difaman, hablan con doblez, chismes) no encontraran oyentes complacientes, se verían obligados a callarse.

2) Velemos, pues, sobre nuestros oídos, y debemos cerrarlos a todo discurso malo. Porque quien escucha a un detractor, se hace cómplice de él. Por eso dice San Bernardino. Huid de los detractores. Y el Libro de los Proverbios XXIV, 21 y IV, 24, nos dice: “No te mezcles con los detractores y no les tengas conmiseración”; y “Aleja de ti toda falsedad de la boca y aparte de ti toda iniquidad de los labios”.

Por esto mismo, Si esta de nuestra parte procuremos Impedir las maledicencias, las críticas, las murmuraciones, hagámoslo; y si no, que nuestro semblante haga ver claramente que eso nos desagrada. De esto, tenemos un buen ejemplo de un religioso, que tenía la gracia singular de estar despierto en las conversaciones piadosas y rectas constructivas y de dormirse enseguida que se hablaba contra la caridad.

PECADOS QUE SE COMETEN CON LA LENGUA

1) La lengua es un miembro pequeño que tiene una gran influencia sobre nuestra vida espiritual y temporal. Con la lengua se puede alabar y cantarle al Señor y hacerlo conocer; también en cierto modo nuestras conversaciones buenas, rectas y constructivas pueden ilustrar y hacer mucho bien al prójimo.

Pero también de ¿Cuántos pecados no es instrumento? De ello, nos dice Santiago el Menor en su Carta III, 6 y 2: “La lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua contamina todo el cuerpo, e inflamada por el infierno, inflama a su vez toda nuestra vida”. “Por qué todos delinquimos en muchas cosas. Si alguno no peca de palabra es varón perfecto, capaz de gobernar con el freno todo su cuerpo”.

2) Con la lengua se puede pecar contra todas las virtudes, contra la religión, contra la humildad, contra la castidad, contra la justicia etc. Pero los pecados más comunes se cometen contra la caridad, ya con injurias, ya con juicios temerarios, ya con calumnias y maledicencias o groserías.

LA DETRACCIÓN DEL PRÓJIMO

Este vicio es uno de los pecados de la lengua que más que se comenten contra la caridad. Se entiende por detracción o difamación la denigración injusta de la fama del prójimo ausente.

DIVISIÓN DE LA DETRACCIÓN

La detracción es triple: 1) Por parte de la materia; 2) por parte del modo; 3) por parte de la intención interna.

Por parte de la materia se da:

La simple detracción o difamación: Que consiste en manifestar sin justa causa un vicio o defecto oculto del prójimo. Si se critican sus defectos públicos, recibe el nombre de murmuración.

La calumnia: Que consiste en imputar o acusar falsamente al prójimo un crimen u otro mal que no ha cometido. Ésta añade a la simple detracción la mentira perniciosa.

Por parte del modo puede ser directa o indirecta:

Directa es cuando se manifiesta abierta y claramente el pecado ajeno, verdadero o falso.

En la detracción directa se suelen distinguir cuatro modos distintos: Imponiendo falsamente un pecado; exagerando el verdadero; revelando el oculto; atribuyendo mala intención a la misma acción buena.

Indirecta es la que niega o disminuye las buenas cualidades del prójimo.

La detracción indirecta se hace de varios modos: negando el bien del otro, callándolo maliciosamente, alabándolo remisamente cuando merece mucho más. Las fórmulas verbales de detracción indirecta son variadas y todas envuelven hipocresía, malicia, envidia etc. Como son: (“Si, pero…”; “Es mejor no acabarlo de contar”; “¡Si pudiera hablar!”; “Se van a quedar estupefactos” etc.) A veces basta el silencio, un gesto, una sonrisa, etc., para que la fama del prójimo se venga abajo.

Por parte de la intención interna puede ser formal o material:

Formal cuando se intenta explícitamente denigrar al prójimo.

Material cuando se le critica por alguna otra causa (por ej., por ligereza, locuacidad, irreflexión, utilidad propia, etc.) todo esto sin intención de difamarle, pero previendo la difamación.

LA MALICIA DE LA DETRACCIÓN

LA SAGRADA ESCRITURA. Elogia la buena fama y condena severamente la detracción del prójimo.

Chismosos, calumniadores, aborrecidos de Dios” (Rom., I, 30-31).

Más que las riquezas, vale el buen nombre (Prov., XXII, 1);

Ten cuidado de tu nombre, que permanece, más que de millares de tesoros” (Eccli., XL 15);

No murmuréis unos de otros, hermanos; el que murmura de su hermano o juzga a su hermano, murmura de la Ley, juzga a la Ley” (Sant., IV, 11)

Dios los castiga de una manera terrible. En el Antiguo Testamento: “Veamos a María, hermana de Moisés, cubierta de lepra; a Coré, Datán y Abirón tragados vivos” (Núm., XII y XVI).

La legua maldiciente es una víbora que, con una misma mordedura infecta con su veneno a tres personas, una Espasa que causa: el que detrae, el que escucha y aquel de quien se habla.

LA DETRACCION DEL PRÓJIMOsea simple o calumniosa, directa o indirecta, formal o material, es de suyo pecado grave contra la justicia y la caridad, pero admite parvedad de materia.

La detracción del prójimo, en la forma que se ha explicado arriba:

SEA SIMPLE O CALUMNIOSA. Siendo la calumnia más grave, por la mentira que encierra; pero aun la difamación o simple detracción constituye una verdadera injusticia contra el prójimo y una falta evidente de caridad.

DIRECTA O INDIRECTA. La directa supone más audacia y desvergüenza; pero la indirecta no es menos injusta y lleva consigo, ordinariamente, mayor refinamiento e hipocresía.

FORMAL O MATERIAL. La materia es menos grave, pero no deja de ser una injusticia manifiesta cuando se prevé, al menos en confuso, la denigración del prójimo. A veces se emplea la fórmula hipócrita: “Esto lo digo sin intención alguna de criticar a tal persona”.

ES DE SUYO PECADO GRAVE. Consta por la Sagrada Escritura y la razón teológica. Es menos grave que el homicidio y el adulterio, pero más grave que el robo; porque la fama vale menos que la vida o la fidelidad conyugal, pero mucho más que los bienes exteriores. Aunque como dice Santo Tomás, puede alterarse esta jerarquía por las circunstancias agravantes o atenuantes que concurran (II-II, 73,3).

CONTRA LA JUSTICIA Y LA CARIDAD. Contra la justicia porque lesiona el derecho estricto del prójimo a su propia fama. Contra la caridad, porque nos manda amar al prójimo y nos prohíbe hacerle daño.

PERO ADMITE PARVEDAD DE MATERIA. Ya se comprende que, si se critican sin mala intención pequeños defectos del prójimo o se le acusa falsamente, sin odio ni envidia, un ligero desliz, no hay materia suficiente para pecado grave; aunque se quebranta, no obstante, la justicia y hay obligación leve de reparar el daño causado (por ej., alabando en otras ocasiones a la persona criticada).

OBLIGACIÓN DE REPARA LA DETRACCIÓN

El que, de cualquier modo, que sea, lesiona injustamente la fama del prójimo, tiene obligación de restituírsela cuanto antes, y ha de reparar, además, todos los daños materiales que eficaz y culpablemente se hayan seguido de la difamación y hayan sido previstos al menos en confuso.

REMEDIOS O MEDIOS PARA REPRIMIR LA LENGUA

1) Pedir para ello la gracia de Dios. Así como dice el salmista: “Pon Señor custodia a mis oídos: y una puerta o cerradura alrededor de mis labios”.

2) Observémonos severamente y velemos sobre nuestras palabras o sea hacerle una marcación especial; tracemos una cruz con nuestros dedos en una pared y besémosla cada vez que digamos alguna mala palabra o detracción.

3) Evitemos la compañía de los detractores e impidámosle sus maledicencias en todo lo que nos sea posible.

4) Amemos el silencio, hablemos poco: porque “Quien cuida sus labios cuida su alma”. ¡Cuántos serían santos, si fuesen mudos! Por lo mismo, recordemos las palabras de Santiago en su Epístola: “Si alguno cree ser religioso, y no refrena su lengua, sino que engaña a su corazón, su religión es vana” (Sant., I, 26).

Conclusión

Terminemos con la siguiente oración:

Pidiéndole a Nuestro Señor Jesucristo, que toque nuestros oídos con sus sagrados dedos, a fin de que estén siempre cerrados al mal y abiertos al bien, y a las cosas divinas.

Roguemos al Señor, que santifique nuestra lengua, para que no diga sino palabras buenas y conversaciones rectas. Para que se ejercite siempre en la oración, y de este modo, podamos agradecerle todos los beneficios recibidos y lo alabemos continuamente.

Por último, pidamos a Dios que nos conceda la gracia de ser sordos y mudos para las cosas malas y peligrosas, sobre todo, para los pecados contra la caridad.

Para elaborar este escrito, nos auxiliamos de los libros: “Archivo Homilético” de J. Thiriet – P. Pezzali, y del Primer tomo, p. 631-636 de la “Teología Moral para Seglares” del Rev. Padre Antonio Royo Marín.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

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