La Providencia Divina

“¿Dónde compraremos panes para dar de comer a toda esta gente?”

En el Evangelio de S. Juan VI, 1-15, que la Iglesia lee en el cuarto domingo de Cuaresma nos narra el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces que Nuestro Señor Jesucristo obró en el desierto, a fin de socorrer a los que le habían seguido para escuchar su divina palabra. Los Santos Padres y Doctores de la Iglesia ven en este milagro un rasgo de la Providencia del Señor.

Ya que, especialmente en nuestros días, es negada por algunos la Providencia divina, atribuyéndolo todo a la suerte, y es acusada por otros de injusta, atendiendo a la desigual distribución de los bienes.

Por tales motivos se tratará en este escrito sobre: Cómo se manifestó la Providencia divina en la multiplicación de los panes. De qué modo podemos convencernos de la Providencia de Dios. Y las razones que deben movernos a confiar en el Señor.

La providencia de Dios se manifestó en aquella ocasión de tres modos

1.- Nuestro Señor, tuvo compasión de aquella inmensa multitud de gente que le había seguido hasta aquel lugar y que se hallaba desprovista de alimento: “Tengo compasión sobre esta Muchedumbre” (Marc. VIII, 2).

2.- No se detuvo en la compasión hacia aquella gente, sino que buscó la manera de consolarla y los medios indispensables para saciarla: “¿Dónde compraremos panes para dar de comer toda esta gente”) Jn., VI, 5).

3.- Finalmente, cuando hubo dado, por decirlo así, con el medio a propósito para proveer a la urgente necesidad de aquella gente, lo puso en práctica suministrando alimento a todos, de suerte que pudieran comer hasta saciarse. Así como dice San Juan en XIV, 20: “Y comieron todos, y se saciaron”.

De qué modo podemos convencernos de la providencia de Dios

Podemos convencernos de que Dios es siempre próvido considerando que la Providencia de Dios se halla encerrada en tres de sus divinos atributos: La sabiduría, la bondad y la omnipotencia.

1.- La Sabiduría. Dios es sabio y conoce, por tanto, todas las necesidades del hombre. De ello, dice el Santo Job. Que acaso el Señor ¿No está mirando mis caminos y contando todos mis pasos? (Job, XXXI, 4).

Es por eso, que Dios en su sabiduría dispone todas las cosas, ordenándolas a su fin, que es el verdadero bien del hombre.

2.- La Bondad Dios. El Señor es tan bueno, y, por consiguiente, al conocer las necesidades del hombre se siente movido, por decirlo así, a proveer esas necesidades. De esto, dice San Mateo en XIX, 17: “¿Por qué me preguntas sobre lo bueno? Uno solo es el bueno Dios”

por eso, El Señor con su voluntad benéfica impulsa todas las cosas, imprimiéndoles una dirección apropiada al bien del hombre, para quien lo ha creado todo.

3.- La Omnipotencia. Dios es asimismo omnipotente, y, en consecuencia, no sólo conoce las necesidades del hombre y se halla pronto a proveer a ellas, sino que además tiene poder para hacerlo.

Por eso, Dios con su virtud operadora hace que todas las cosas consigan su fin y no permite que suceda al hombre cosa alguna que no sea útil para su salvación eterna.

Motivos de confianza en el Señor

Las razones que deben movernos a confiar plenamente en la Providencia de Dios, depositando en Él toda nuestra esperanza, nos son enseñadas por San Bernardo cuando dice. “Son tres las consideraciones en que debemos depositar toda nuestra esperanza en el Señor: Por adopción de caridad o amor; por una verdadera promesa y por una potestad dada.

1.- Por adopción por caridad. Con estas palabras nos enseña que, habiendo sido nosotros adoptados por Jesucristo como hijos suyos, no permitirá que carezcamos de todo cuanto necesitamos. Nos dice Nuestro Señor, en San Mateo VI, 26: “Mirar cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, y no tienen graneros, y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?”.

Más aún: nos asegura que nunca se olvidará de nosotros. Así como dice Isaías XLIX, 14-15: “¿Puede acaso la mujer olvidarse de su crianza, y no compadecerse del hijo de sus entrañas?”. Nos dice el Señor: “Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría”.

Cuando Moisés, era niño todavía, fue puesto por su propia madre, la cual no se sentía con ánimos para matarle, lo puso sobre un cesto y lo hecho al río Nilo.

¿Quién tomó al niño a su cuidado? ¿Quién condujo, como experto piloto, aquella cuna de mimbres? ¿Quién sugirió a la propia hija del Faraón que se paseara por la ribera del río? ¿Quién hizo que ella viera al niño, y lo tomara y acariciara, entregándolo luego a su misma madre para que lo criase? Fue la Providencia de Dios, que velaba y vela continuamente por todos los hombres.

2.- Por una verdadera promesa. Con estas palabras nos enseña S. Bernardo que, habiendo nosotros recibido unas tan hermosas promesas de ayuda y de gracias por parte del Señor, es deber nuestro depositar en Él toda nuestra confianza.

Nos dice Nuestro Señor en S. Juan XV, 7: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis, y se os dará”. Habiendo el Señor estas y otras muchas promesas, es imposible que no las mantenga. Así como dice el libro Núm., XXIII, 19: “No es Dios un hombre, para que mienta; Ni hijo de hombre, para arrepentirse”.

Habiendo Dios prometido a Jacob que por medio de él serían bendecidos todos los pueblos, se obligaba, por sólo este hecho, a velar de continuo con su Providencia sobre su siervo.

En efecto: ¿quién dispuso las cosas de manera que Jacob recibiese la bendición paterna sin tener derecho a ella? ¿Quién hizo que fuese llevado a término un tan arduo suceso? ¿Quién le hizo partir de la casa paterna? ¿Quién le aprovisionó durante el viaje y le dio fuerzas para soportar tantas molestias y fatigas?

Y en su retorno ¿quién inclinó el corazón de Esaú al amor y a la indulgencia? Fue la Providencia de Dios, que vela siempre solícita por el cumplimiento de las promesas divinas.

3.- Por una potestad dada. Con estas palabras quiere, al parecer, enseñarnos San Bernardo que el Señor está dispuesto, además, de ayudarnos y otorgarnos la recompensa que nos tiene prometida; por dicho motivo, estamos nosotros obligados a confiar siempre en Él.

Por eso dice San Pablo: “Fiel es el Señor que os confirmará y guardará del maligno” (II, Tes., III, 3). por esto nos asegura San Agustín que el Señor se toma tanto interés por cada uno de los hombres, que parece haberse olvidado de todos los demás para atender mejor a un individuo determinado.

¿No es acaso cierto que la Providencia de Dios mostró un gran interés en favor del joven David? ¿Quién le hizo triunfar sobre el enorme gigante Goliat? ¿Quién le hizo entrar en la familia de Saúl, pasando a ser su yerno? ¿Quién le protegió constantemente contra la envidia y el odio de Saúl?

Al subir al trono, ¿quién le defendió contra la rebelión de su propio hijo? ¿Quién frustró los planes de Aquitófel, haciendo que David saliese vencedor? Fue la divina Providencia, que vela continuamente por el bien de todos y cada uno de los hombres.

Por último, busquemos, pues, solamente los bienes celestiales y nuestra salvación eterna, y si esto hacemos estaremos seguros de que Dios velará sobre nosotros con su amorosa Providencia. Así como nos dice Nuestro Señor en S. Mateo, VI, 33: “Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Triple Serie de Homilías” de Mons. Ricardo Schüler.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

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