La madurez en el amor conyugal se alcanza con armonía y reflexión en los esposos

Antes de pasar al tema sobre “Cómo saber discrepar del cónyuge”. Vamos a exponer, que para poder alcanzar un “amor adulto y maduro” en el matrimonio, es necesario cultivar y fomentar una armonía verdadera y una reflexión conyugal.

ARMONIA CONYUGAL Y REFLEXION CONYUGAL

La forma de felicidad a la que aspiran los cónyuges adultos y maduros consiste concretamente en la armonía de sus relaciones. Ya que por ser adultos, no se debe de soñar con una felicidad como de cuento, en donde no hay penas, ni dificultades, ni esfuerzo.

Por el hecho de ser adultos los cónyuges, deben de saber que el esfuerzo es capaz de superar muchas dificultades y que las penas no deben ser un escollo que destroza fatalmente la felicidad conyugal. Dicho de otro modo, las dificultades y las penas forman parte de la trama de la vida humana, de suerte que se necesita ser muy ingenuo para soñar que no las habrá en la vida conyugal.

Pero, por otra parte, las penas y dificultades no están reñidas con la verdadera felicidad conyugal, tal como lo entiende un ser humano adulto y maduro, porque ésta consiste fundamentalmente en la armonía de las relaciones conyugales.

Las parejas que llegan a una armonía profunda son felices, a pesar de todo; y las que no alcanzan esa armonía son infelices, por más que la vida parezca sonreírles.

Pues bien, el camino hacia el diálogo total es concretamente un progreso constante en la armonía conyugal. Es por eso, que es necesario reflexionar sobre el tema de ésta armonía. ¿En qué consiste? ¿Qué pueden hacer los cónyuges para alcanzarla? ¿Cómo se plantea concretamente el problema en la vida cotidiana?

LA VERDADERA ARMONIA

Por ahí, alguien puede encontrar un tanto extraño que se empiece por tratar de determinar en qué consiste la verdadera armonía. Y tal vez pregunte: ¿Para qué meterse en enredos, puesto que todo el mundo está de acuerdo en que la verdadera armonía consiste en entenderse bien?

En efecto, la verdadera armonía consiste en entenderse bien. Pero ¿qué es entenderse bien?

Hay quienes creen que entenderse bien consiste en que los dos cónyuges piensen exactamente del mismo modo, se interesen igualmente por las mismas cosas, y que compartan el mayor número posible de actividades. Otros parecen creer que la armonía en el matrimonio consiste en que el más fuerte se imponga y el más débil ceda. De modo que no haya pleito, o en que los dos cónyuges se independicen entre sí lo más posible para evitar todo conflicto.

En realidad, todas estas maneras simplistas de concebir la armonía conyugal tienen algo de verdadero y mucho de falso. Lo verdadero es que todas suponen que la armonía consiste en un acuerdo entre los cónyuges. Lo falso es que la primera fórmula confunde el acuerdo con la uniformidad, la segunda lo confunde con una imposición, y la tercera con un compromiso.

Esta confusión de ideas no tendría mucha importancia, si no produjera efectos desastrosos en la práctica. Pero el hecho es que los produce.

Supongamos a un matrimonio que imagina que la armonía consiste en la uniformidad absoluta. Eso quiere decir que lo que a él le gusta o le disgusta, a ella tiene que gustarle o disgustarle, y viceversa.

Pero resulta que dos seres humanos, por mucho que se quieran, no son nunca iguales, de modo que a él le gustará el fútbol y a ella la música, él será muy sociable y ella menos sociable, ella querrá tener muchos hijos y él pocos, etc.

La uniformidad entre dos seres humanos es absolutamente imposible. Más aún, aunque fuera posible, sería indeseable, porque el amor no sólo se funda en las semejanzas que existen entre los cónyuges, sino también en la diferencias.

Por lo mismo podría decir un marido. Yo no sólo quiero a mi mujer porque es como yo, sino también porque no es como yo. Si mi mujer y yo llegáramos a ser idénticos, sería el aburrimiento perfecto.

Además, ¿qué quiere decir eso de ser iguales? ¿Qué a mí me deje de gustarme el fútbol y a ella deje de gustarle la música? Eso sería una lástima, porque yo estoy encantado de que a mí mujer le guste la música, aunque yo no tenga el menor oído musical, y no creo que el fútbol me deje de gustar.

Porque ¿Ser iguales significaría que a mí mujer tendrá que empezar a gustarle el fútbol y a mí la música? Pues reconozco que es absolutamente imposible, porque mi mujer tiene un horror al juego de las patadas, y yo de plano no tengo oído musical. Y, sin embargo, mi mujer y yo nos entendemos bien sin ser iguales.

En cambio, hay muchas parejas que por tratar de llegar a ser iguales acaban por no entenderse, precisamente porque es absurdo tratar de ser iguales. Y ese juego absurdo resulta a la larga cansado y desesperante.

Para explicar todavía mejor esto, tenemos el ejemplo de Francisco y María que empezaron el matrimonio tratando de ser iguales en todo; pero, como son sensatos, pronto se dieron cuenta de que esa comedia imposible estaba falseando todas sus relaciones. Ahora Francisco es Francisco y María es María, y se quieren como son y se entienden perfectamente.

La verdadera armonía no consiste en la uniformidad, y tender a ese ideal falso es siempre peligroso en la práctica.

No menos peligrosa es la idea de que, puesto que la armonía consiste en el acuerdo entre los cónyuges, es posible obtenerla mediante la imposición del más fuerte y la sumisión del más débil en los esposos. Es cierto que hay matrimonios que funcionan así: él impone la ley y ella se somete, o viceversa.

Más aún, es cierto que hay matrimonios en lo que la imposición del uno y la sumisión del otro son tales que jamás hay un pleito entre los cónyuges. Lo cual parece muy discutible, debido a que se pueda decir que en esos matrimonios hay armonía. Ya que si bien el débil puede verse obligado a ceder ante el fuerte; pero el resentimiento creado por esa situación se va acumulando, y no será difícil que estalle algún día.

Ya que el ser humano no se resigna así como así a sacrificar su libertad legítima y sobre todo su dignidad. En todo caso, aunque el resentimiento no estalle nunca debido a la pasividad de uno de los cónyuges o a una virtud verdadera (como fue caso de Santa Rita de Casia), es evidente que la armonía conyugal que se busca no puede reducirse a la ausencia de pleitos entre los cónyuges.

La verdadera solución a esta situación la da San Pablo cuando dice a los casados: “Someteos unos a otros en el temor del Señor” (Efe V, 21). Aquí, es muy importante resaltar el principio del: “Mutuo sometimiento”. Ya que su fundamento es el temor a Dios, como reverencia. Esta debe ser una actitud mutua. Y una decisión voluntaria: Aunque es una orden, queda en libertad de quien la escucha y se dispone a la obediencia.

Este sometimiento mutuo. En el caso de la esposa: El modo de sujetarse al esposo se llama RESPETO, y en el caso del esposo: El modo de sujetarse a su esposa es el AMOR.

En cuanto al sometimiento de la esposa al esposo nos dice San Pablo: “Las casadas estén sujetas a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo. Y como la Iglesia está sujeta a Cristo, así la mujeres a sus maridos” (Ef., V, 22-24).

Con respecto al sometimiento del esposo a la esposa también nos dice San Pablo: “Maridos amen a su mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó Él mismo por ella”. “Así también los varones deben amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie jamás tuvo odio a su propia carne, sino que la sustenta y cuida, como también Cristo a la Iglesia” (Efes. V., 25-33).

El autoritarismo de uno de los cónyuges y el servilismo o sumisión del otro no pueden ser la base de ninguna armonía verdadera; sino más bien la sumisión mutua basada en la aceptación del uno al otro en el respeto y en el amor así como dice San Pablo.

La tercera concepción falsa de la armonía conyugal consiste en reducirla a una especie de compromiso entre los cónyuges. Se cree que en muchos matrimonios sino es que en la mayoría se practican esta concepción.

Al cabo de unos meses o algunos años de vida común, los cónyuges han medido sus fuerzas suficientemente y se conocen los bastante como para no buscarse pleito. Cada uno sabe cómo por instinto que hay temas que no se tratan entre ellos, que hay problemas comunes que no se discuten nunca, y que hay terrenos de la vida familiar que pertenecen exclusivamente al otro y en los que al otro toca tomar solo todas las decisiones.

Esos terrenos pueden ser de lo más variado. En unos casos el marido no tiene voz ni voto en lo que se refiere a la educación de los hijos, y en cambio la mujer no tiene el menor derecho a preguntar al marido en lo referente a su trabajo: todo esto, lo establece el compromiso tácito al que han llegado a fuerza de pleitos, o de tensiones, o de simple abandono del diálogo entre marido y mujer acerca de ciertos puntos.

En otros casos, la mujer no puede opinar sobre la manera de emplear el descanso dominical o el fin de semana, porque el marido tiene su plan intocable y en cambio el marido no puede decir una palabra sobre la manera de amueblar o arreglar la casa, porque la mujer no lo admitiría.

Podrían multiplicarse los ejemplos, unos sobre puntos importantes y otros sobre puntos secundarios de la vida conyugal. Pero sería inútil, porque todos revelan la misma situación conyugal falsa: en algunos o en muchos aspectos, el marido y la mujer viven el uno al lado del otro, pero no viven juntos. Son como dos países con limítrofes, y con fronteras bien definidas, que no intervienen en los asuntos del otro, porque eso equivaldría una declaración de guerra.

Esta situación es siempre peligrosa; y lo que la salva no es la armonía, sino lo no intervención. Y la no intervención no puede ser en ningún caso el principio básico de la armonía entre un hombre y una mujer que tienden al diálogo total, o sea a la comunicación total.

Todo esto que hemos visto, nos ayuda a precisar exactamente en qué consiste la verdadera armonía conyugal. Es cierto que equivale fundamentalmente a entenderse bien; pero ya se ha visto que hay maneras de “entenderse bien” o de querer entenderse bien, que en términos de la verdadera armonía conyugal, son entenderse mal y conducen a malos resultados.

La armonía conyugal verdadera no consiste simplemente en no pelearse, como se acaba de ver. Hay cónyuges que no se pelean nunca y viven profundamente distanciados. Tampoco consiste forzosamente en ir juntos a todas partes. Porque hay cónyuges que van juntos a todas partes por pura conveniencia social, sin que exista entre ellos ningún amor. Tampoco consiste en tener exactamente los mismos gustos y las mismas preferencias.

Entonces, ¿en qué consiste esta armonía verdadera? “En un acuerdo profundo, que es el resultado de una comunicación de igual a igual entre dos cónyuges capaces de aceptarse diferentes”.

Expliquemos esto con un ejemplo: Juan y Rosa se quieren de veras. Como se quieren verdaderamente, tienen necesidad de comunicarse, porque el amor conyugal es un deseo de diálogo total.

Pero comunicarse no consiste siempre en hablar. Una la de las principales maneras de comunicarse es compartir. Por eso Juan y Rosa se casaron y comparten la misma casa, el mismo lecho, el dinero que él gana o ambos ganan, las responsabilidades de la educación de los hijos, algunas diversiones que a los dos les gustan, etc.

Sin embargo, Juan y Rosa son bastantes diferentes en algunas cosas. Eso crea inevitablemente pequeños conflictos entre ellos. Pero como Juan y Rosa se quieren verdaderamente. Por lo mismo, han descubierto instintivamente que el único medio de resolver realmente los conflictos es la comunicación o sea que hablando se entiende la gente.

Juan y Rosa tienen por sistema no rehuir jamás hablar de lo que es una causa de conflicto entre ellos, y por lo tanto buscan juntos la solución. No siempre les resulta fácil, porque los dos tienen una personalidad bastante marcada y eso los lleva a defender con demasiado ardor sus puntos de vista respectivos.

Por eso han decidido que, en cuanto sea posible no discutirán, nunca si no están serenos. A pesar de que llevan ya años de casados, no siempre lo consiguen, y algunas veces hay chispazos entre ellos. Pero, en fin, lo importante es que no se desaniman.

De momento renuncian a discutir, pero no renuncian a tratar de buscar juntos la solución, porque se han prometido no rehuir jamás hablar de lo que es una causa de conflicto entre ellos. Así pues, a los pocos días, cuando los ánimos están ya más calmados, hacen un nuevo esfuerzo de serenidad y vuelven sobre el tema.

Cada uno oye al otro, y trata de comprenderlo y de hacerse comprender. Si uno de los dos se exalta un poco, el otro le recuerda que están tratando de resolver juntos un problema que es importante para los dos. Así han logrado ponerse de acuerdo sobre muchos puntos.

Es importante que se considere, que la solución que encuentran Juan y Rosa en todos los casos no es siempre la misma.

Unas veces es una solución de compromiso: en cual los dos ceden un poco. Así, por ejemplo, Juan logró que Rosa entendiera que para él el fútbol era una pasión y que el hecho de que los domingos de una temporada se fuera con sus amigos a los partidos no significaba que la quisiera menos: por otra parte, Rosa logró que Juan comprendiera que su pasión por el fútbol no justificaba el que la abandonara los domingos hasta las 9 de la noche por ir a comentar el partido con los amigos en la cervecería.

Los dos están profundamente de acuerdo, debido a que se han hablado de igual a igual y han comprendido y aceptado que son diferentes.

Otras veces, la solución consiste en que uno de los dos trate seriamente de acomodarse al otro. Eso es lo que sucedió con la música: a fuerza de oír música, Juan ha acabado por gustarle, y a ahora acompaña con gusto a su mujer a algún concierto de vez en cuando; pero al principio lo hacía únicamente por darle gusto a ella.

Otras veces la solución consiste en que uno de los dos acepte que el otro le ayude en un punto particular. Por ejemplo, Juan es muy gastador y tiraba el dinero con mucha facilidad; Rosa ha logrado que le prometa su marido no hacer ninguna compra que pase de X cantidad sin consultarle. Tal vez otro marido no aceptaría eso; pero Juan ha comprendido que su mujer es en eso más razonable que él y que no tiene nada vergonzoso dejarse ayudar por ella.

Por otra parte Juan ha conseguido que su mujer comprenda que, por ser demasiado aprensiva, tiende a medicar exageradamente a los niños; ahora Rosa no les receta ninguna vitamina sin que su marido lo sepa y esté de acuerdo.

No es posible describir toda la vida de Juan y Rosa. Pero espero que lo que se ha dicho baste para que caigan en cuenta los cónyuges de que la verdadera armonía conyugal no consiste:

En la uniformidad total de los esposos, sino en un acuerdo profundo entre ellos, y que eso no se alcanza automáticamente, ni por la por la imposición del uno y la sumisión del otro, ni por la separación total de los terrenos en cada uno de los cónyuges que decide uno solo, sino por el diálogo sereno y de igual a igual entre dos cónyuges capaces de aceptar que no se parecen en todo, pero que no tienen nada que no interese también al otro.

LA REFLEXION COYUGAL

La reflexión conyugal es precisamente ese diálogo sereno entre los dos cónyuges. Se llama reflexión conyugal, porque la atención de los cónyuges se concentra en los problemas conyugales y familiares y porque es una reflexión que hacen conyugalmente, entre los dos, en común.

En los casos de conflicto entre cónyuges, la reflexión conyugal es el único medio de concretar una solución verdadera y de llegar a un acuerdo profundo.

Pero tal reflexión no sólo es necesaria en caso de conflicto. Ya que, la vida cotidiana deja generalmente muy poco tiempo a los cónyuges para reflexionar sobre la familia y sobre su propio amor. Así se van distanciando paulatinamente, sin darse apenas cuenta de ello, y se encuentran un día con que viven uno al lado del otro por la pura fuerza de la costumbre.

Por lo tanto se preguntarán: ¿Qué es lo que ha pasado? Pues ha sucedido. Que no se han hablado suficientemente, que la comunidad de vida y de intereses familiares no ha sido para ellos la base de una verdadera comunicación humana. En este caso, la reflexión conyugal hubiera sido el medio ideal para establecer la comunicación que tanto habían deseado cuando se enamoraron.

Sin embargo, hay que reconocer que la reflexión conyugal no es fácil. Y la primera dificultad es la falta de tiempo para ese encuentro conyugal tranquilo.

Todo esto, debido a que los cónyuges se encuentran a solas, cuando bien les va, en el momento de acostarse. Pero, ese momento coincide con el fin de la jornada: todo el cansancio de día se ha acumulado, y prácticamente no tienen ya ganas de hablar de nada que pueda venir a complicar todavía más la vida.

Todo esto, es comprensible. Pero, dado que la reflexión conyugal tiene una importancia enorme en la vida conyugal, pues, vale la pena cualquier esfuerzo para hacerle un espacio en la vida de vez en cuando.

Para ello, a cada pareja toca determinar cuál es el momento apropiado. Hay quienes tienen la fortuna de poder reservarse un buen rato cada mes. Ese día salen a cenar juntos y tratan de reflexionar juntos sobre su vida conyugal, sobre los problemas de los niños, del trabajo, etc. (un ejemplo muy bonito e ilustrativo del diálogo y reflexión conyugal, es el de los padres de San Bernardo. En el libro: “La familia que alcanzo a Cristo”, de la editorial Herder del Padre M. Raymond)

Quien tenga el privilegio de poder realizar ese encuentro entre marido y mujer con toda calma, que no lo desperdicie. Y el que no pueda disponer de su tiempo y de sus ocupaciones con tanta libertad, que busque de vez en cuando el momento apropiado para esa reflexión conyugal tan necesaria.

Pero, en realidad, la dificultad de la falta absoluta de tiempo, o de encontrar un momento suficientemente tranquilo para la reflexión conyugal, es rara vez la dificultad principal. La mejor prueba es que muchas parejas que no encuentran nunca tiempo para ello, lo encuentran fácilmente para muchas otras cosas menos importantes y menos necesarias.

Lo que sucede realmente es que tienen un miedo al diálogo conyugal profundo. Y las razones de ese miedo, suelen ser muy variadas. Esto es prácticamente lo que dificulta la reflexión conyugal.

Algunos tienen miedo a la reflexión conyugal porque no encuentran nada que decirse. Como nunca han reflexionado juntos, no saben reflexionar juntos. Lo curioso es que, esos mismos cónyuges, en la vida de todos los días, no siempre se entienden bien y tiene dificultades y discusiones. Eso significa que hay puntos en los que no están de acuerdo.

Nota: En los dos artículos dedicados a las señales de peligro en el matrimonio, hay muchísimo material sobre puntos que pueden servir para el diálogo total o reflexión conyugal.

Por lo mismo, es necesario que les preguntemos: ¿Por qué no han de poder reflexionar juntos sobre esos puntos? ¿Por qué no han de poder decirse con toda calma: yo veo las cosas así y de esta manera, también me parece que tú no tienes en cuenta esto y aquello? ¿Por qué no han de poder preguntarse tranquilamente qué es lo que produce el desacuerdo entre ellos, y oír las razones del otro, y ayudarse mutuamente a encontrar la solución?

En otros casos el miedo a la reflexión conyugal proviene de una cobardía para enfrentarse con los problemas. Los cónyuges saben que existen esos problemas, pero no quieren enfrentarse con ellos. Tienen miedo a verse obligados a pedir ayuda al cónyuge, o a tratar de ciertos temas sobre los que no están acostumbrados a hablar sinceramente (sobre todo si los problemas conyugales están relacionados con su vida sexual o marital).

En esta situación de los cónyuges, el problema está en que no han sido capaces de enfrentarse a él juntos. Si una vez en su vida lograran hablar de él tranquila y sinceramente, si consiguieran una vez en su vida reconocer que tienen necesidad de ayudarse mutuamente y aceptaran que su cónyuge es la principal opción capaz de ayudarles, el problema estaría resuelto en gran parte.

Es bueno y útil buscar la ayuda de un tercero—un sacerdote, un terapeuta, un amigo—pero, en muchos de los casos, no se dan cuenta que el problema se origina precisamente porque no buscan la ayuda mutua, que es una de la razones de ser de un matrimonio.

Por lo mismo, deben de procurar agotar los recursos inmensos de la ayuda mutua entre los cónyuges. Y, como esa ayuda mutua es prácticamente imposible sin el diálogo sincero, hay que volver una y otra vez a la carga hasta lograr establecerlo.

Otra de las razones más comunes del miedo a la reflexión conyugal es la convicción que tienen frecuentemente los cónyuges de que todo diálogo tranquilo entre ellos es ya imposible. Desde el momento en que se encuentran solos el uno frente al otro, la hostilidad se deja sentir.

Se podría pensar que hay entre ellos un muro invisible que no les permite comunicarse como seres humanos. Y en muchos de los casos recurren a los gritos para hacerse oír del otro. Y, antes de que uno de ellos abra la boca para decir “blanco”, el otro ya dijo “negro”.

Hasta aquí, hemos concluido la exposición de estos necesarios e importantes temas tan benéficos para la madurez del matrimonio.

Por último concluyamos, que no se debe de perder nunca de vista las dos ideas esenciales de este escrito: la verdadera armonía conyugal es la forma concreta que toma la felicidad conyugal, y no hay posibilidad de verdadera armonía conyugal sin un diálogo sereno de igual a igual entre los dos cónyuges.

En el siguiente escrito, se va proceder a exponer las reglas de cómo saber discrepar del consorte.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Diálogo Conyugal” de Javier Ortiz.

Mons. Martin Davila Gandara


MARITAL HARMONY AND REFLECTION: MEANS FOR MATURING CONJUGAL LOVE

Before speaking of “How to disagree with one’s partner”, we are going to talk about the means for achieving a “mature love”, namely, a true marital harmony and reflection.

MARITAL HARMONY AND REFLECTION

Adult couples understand conjugal happiness as harmonious relationships. An adult should no longer dream of happiness as illustrated by fairytales, where there are no sorrows, hardships, or sacrifice.

Mature spouses should know that hardships are overcome with sacrifice, and that sorrow is not the fatal end of marital happiness. In other words, adversity and sorrow are an intrinsic part of human life and, consequently, of marriage. Only an extremely naive person would believe otherwise.

It is also true, though, that sorrows and hardships are not at all the opposite end of happiness, according to the adult conception of happiness that we mentioned before.

Couples that achieve deep harmony in their relationship are happy, no matter what; while couples that fail to build harmony are unhappy regardless of their good luck.

The path towards effective dialogue and making constant progresses in marital harmony are intimately related. Therefore, it is necessary to ponder the diverse aspects of this harmony: What is it about? What can married people do to achieve it? What obstacles does it normally find in the everyday life?

TRUE HARMONY

Perhaps one may wonder why should we start by defining harmony. One may say: “Is it worth the bother when everybody understands that a true harmony consists in getting along well?”

Yes, indeed, true harmony consists in getting along well, but what does “getting along well” is supposed to mean?

Some may believe that it is about thinking exactly the same way, having exactly the same interests and sharing most of each other’s activities. Others believe that marital harmony is attained when the strongest spouse commands the weakest, who resigns submissively so that no conflicts may arise. Others further believe that the spouses should be so independent from one another that every conflict can be easily avoided.

Actually, all of these simplistic views of marital harmony are true to a small degree, but for the most, they are false, I dare say. What is true is that harmony implies an agreement of the spouses; but the first statement confuses agreement with uniformity, the second, confuses it with imposition; and the third, with a tacit pact of independence.

Confusing these concepts would be irrelevant but for its disastrous effects in reality.

Let us imagine a couple that aspires to harmony as absolute uniformity: whatever he likes or dislikes, she is to like or dislike, and vice versa.

Unfortunately, human beings can never get to be exactly the same. While he likes soccer, she likes music; while he is sociable, she is shy; while she wants to have many children, he wants few, and so on.

Uniformity between two human beings is absolutely impossible. Moreover, even if it were possible, it would not be desirable, because love is based on both similarities and differences.

This is the reason for many husbands to say “I love my wife not only because she is like me, but also because in some way she is not like me. If my wife and I were to be identical, our marriage would be perfectly boring”.

Besides, what should we understand by being the same? “Should I not like soccer anymore or should she quit liking music? That would be a shame because I like her passion for music, even though I don’t have what one would call musical ear; and to be honest, I am not quitting soccer.”

Or else, should my wife start liking soccer and I start liking music? That is out of the question, because she hates my kicking sport and I don’t have the slightest interest in music. However, my wife and I get along very well.

Instead, other couples make so many efforts to achieve homogeneity, that they end up in utter disagreement after an absurd, long, and exhausting game.

Thus happened to Francisco and Maria, who started their marriage trying to be equal in everything. Sensible as they are, they soon realized that they were basing their relationship upon falsehood. Now, Francisco is Francisco and Maria is Maria. They love each other the way they are and get along very well.

True harmony does not consist in uniformity and aiming to achieve this false ideal is a dangerous practice.

Equally dangerous is the ideal of reaching an agreement between spouses supposing that the strongest one should command over the submissive one. Many couples work like that: the husband rules the wife and she obeys or vice versa.

And it is undeniable that some of the couples that have adopted this model do thrive and there is never a conflict between them. The question of whether there is true harmony in those marriages remains disputable, though. At times, the weak spouse harbors resentment against the other and it is just a matter of time before it explodes.

It is normal for any human being to be unwilling to give up his legitimate freedom, and, most importantly, his dignity. In any case, even though the submissive spouse’s resentment never explodes due to his or her passivity or due to a true virtue (as in the case of Saint Rita of Cascia), it goes without saying that the marital harmony that we are seeking cannot be reduced to the absence of quarrels.

The authentic solution for this situation is given by Saint Paul when he says to married people: “Be subject to one another out of reference for Christ” (Ephesians V, 21). Remember the principle of “mutual feeling”, for it is founded in the fear of God, understood as reverence. This attitude should be reciprocal and an answer to a voluntary decision. Although it is an order, its practice is left to one’s freedom and obedience.

Accordingly, the wife is subject to her husband out of respect and the husband is subject to his wife out of love.

Such is the teaching of Saint Paul: “Wives, be subject to your husbands as to the Lord; for the husband is the head of the wife as Christ is the head of the Church, his body, and himself is the Savior. As the Church is subject to Christ, so let wives also be subject in everything to their husbands”. (Ephesians V, 22-24).

In regards to the husband submission, Saint Paul adds: “Husbands, love your wives as Christ loved the Church and gave himself up for her… Even so, husbands should love their wives as their own bodies. For no man ever hates his own flesh but nourishes and cherishes it, as Christ does the Church”. (Ephesians V, 25-33)

Authoritarianism mixed with servilism will never work as the basis of true harmony; only mutual submission based on mutual acceptance, respect, and love can work.

The third erroneous concept of marital harmony reduces it to a sort of tacit pact between the spouses. Many marriages, if not most of them, follow this ideal.

After months or years of married life, husband and wife have studied each other enough as to be able to avoid quarrels. They instinctively know that certain subjects are to be set aside, that common problems are never to be discussed and that certain aspects of the family life are untouchable and only one is responsible for them.

Untouchable family aspects vary a lot. There are husbands that have nothing to say about the children’s education, while their wives cannot ask anything about their work. This tacit pact is often the result of tension, quarrels or lack of marital dialogue regarding particular topics.

Other examples include those couples where the wife has no say as to what to do in the weekend because her husband has an untouchable schedule; and, conversely, he is forbidden to give his opinion related to the house decoration.

We could list dozens of examples about the different aspects of marital life, but in the end all of them would reveal the same falsehood: A man and a woman that live together but have no common life at all. They are like two neighbor countries very well divided, which do not intervene in each other’s business in order to avoid war.

What rules this risky situation is not harmony but a policy of non-intervention. Under no account could non-intervention be considered a basic principle of harmony in the pursue of deep dialogue and total communication.

The previous examples will help us give a more precise definition of marital harmony. In summary, although marital harmony may be a synonym of getting along well, this sole concept is not enough and if misunderstood, it can lead to disastrous consequences.

Marital harmony does not mean absence of quarrels. Many couples never fight and still they live as complete strangers under the same roof.

Marital harmony does not consist in being always together, because there are also many spouses who go out together because of social convenience and not because of love. Neither is it about liking and disliking the same things.

Therefore, true marital harmony can be defined as a mature agreement based on strong communication and reciprocal acceptance.

Let us analyze the following example. John and Rose are truly in love of one another and they feel the need to communicate because, as a part of their marital love, they aim to establish an effective dialogue.

An authentic communication is more than only talking to each other, it also comprises the act of sharing. Since John and Rose got married, they share their roof, their bed, their wealth, their responsibilities in respect of the education of their children, and even some activities that they like to do together.

John and Rose are quite different, though. From time to time, they also have small conflicts, but their love has helped them realize that a good communication is the only way to overcome said conflicts.

Their method consists in speaking openly about the causes of conflict between them, and in seeking together the solution. Arriving to a settlement is not always easy because of their personality: both of them defend their points of view tooth and nail.

As a measure against ardent fights, they agreed not to talk unless they are serene. Although they have been married for many years, they do not always succeed; ardent fights do happen now and then, but they never feel discouraged.

The fact that they do not discuss immediately does not mean that they refuse to talk or to look for a solution. They promised that they would never run away from their problems. After a couple of days, when they feel more tranquil, they make a new effort and resume their debate.

They listen to one another making their best to understand and make themselves clear. If one of them gets a little bit angry, the other remembers that they are trying to solve together an important issue. Following this principles, they have come to terms on many questions.

John and Rose, however, do not always find the same solution. Sometimes, both of them have to give in. Once John had to convince Rose that soccer was his passion, but he did not love her less just because he went to see all the matches of the season with his friends; likewise, Rose made a point when she said that his passion for soccer was no excuse for abandoning her until late on Sunday because he went with his friends to a pub to comment the match.

After a sincere chat, both agree, arrive to a mutual understanding and accept their differences.

Other solutions involve an authentic effort to please the other. Today, John has learned to appreciate music and even accompanies Rose to a concert once in a while, but in the beginning, he did it only to please her.

The spouses may also find useful to get help from the other when it comes to personal weaknesses. John used to be a big spender. With the aid of Rose, he has promised not to incur in any expense that surpasses a certain amount of money without consulting her. Another husband probably would never accept such a condition, but John has acknowledged that her wife is more reasonable than him and that accepting her help is nothing to be ashamed of.

John, instead, has helped her understand that her nervousness makes her give too much medicine to their children. Rose does not give any vitamin without asking her husband and receiving his approval.

Fine. I am not going to describe every single aspect of John and Rose’s life. I only hope that I have made clear what true marital harmony is and what it is not:

It is not a total uniformity of the spouses, but an honest agreement between them. Said agreement is not automatically reached, it is not reached by imposition and submission, and it is not the result of the isolation of the spouses. An effective marital agreement is based on serene dialogue and reciprocal respect and acceptance of their coincidences and differences.

MARITAL REFLECTION

Marital reflection is the serene dialogue between the spouses,where the attention of both husband and wife focuses on conjugal and family problems.

When a marital conflict arises, marital reflection constitutes the only means of finding an authentic solution and to reach a satisfactory agreement.

Nonetheless, moments of reflection should not be limited to situations of conflict. As we all know, every day tasks leave the spouses little or no time to reflect on the family and on their love. Gradually, their relationship starts to get cold without them even noticing, until one day they realize that only the force of habit keeps them together.

They may wonder what has happened and the answer is that they have not talked enough with each other, and that family life and interests have not been the basis of a good communication. In this case, marital reflection would have been the ideal way of establishing the communication they dreamed of when they fell in love.

However, we must recognize that marital reflection is not easy, especially when there is almost no time to hold a tranquil marital meeting.

This happens because, it the spouses are lucky enough, they will only coincide at the moment of going to bed, at the end of the day, when they feel exhausted and have no disposition to talk and complicate their life even more.

Understandable as it is, the spouses must bear in mind that marital reflection is essential for their married life and it is worth the effort of devoting a moment to dialogue with one’s partner once in a while.

Every couple is to determine the most appropriate moment for conversing. Some are fortunate enough as to find plenty of time once every month. They choose one evening to go out for dinner and to reflect about their married life, children, work, etc. (A beautiful example of dialogue and marital reflection between Saint Bernard’s parents is portrayed in the book “The Family that Overtook Christ” by Father M. Raymond.)

The privilege of having such an encounter between husband and wife is not to be dismissed. But those who, for one reason or another, cannot dispose of their time so easily, must make an effort to devote a moment to marital reflection.

It is also worth pointing out that an absolute lack of time is no excuse for avoiding dialogue. Many couples that do not find time for marital reflection, do find time for other activities far less important.

Said couples may have time but are afraid of establishing a profound dialogue, the reasons of which can vary a lot. This lack of interest is the main impediment to marital dialogue.

Some are afraid of marital reflection because they cannot think of anything to say. They have never reflected together and they do not know how to do it. Curiously, these couples are precisely the ones prone to quarrels and conflicts due to an large variety of disagreements.

Note: the two articles about the signs of a marriage in danger include plenty of material useful to establish marital dialogue and reflection.

And now, a compulsory question: Why do the spouses are unable to reflect together about anything? Why would they fail to speak out their minds calmly? Why would they not ask each other the reasons for their disagreements and help each other to seek for a solution?

Another possible reason for this inability to talk may be a fear to face reality. The spouses know that something is wrong but they are afraid of accepting it. The idea of asking help to the other or to deal with certain topics they do not usually speak of results shameful (especially if the problem is related to their sexual life).

In these cases, both spouses fear to face the problem together. If they tried to look after the problem calmly, they would easily recognize that they need each other, that the other is the most indicated person to help, and most of the problem would then be solved.

The aid of an impartial third party (a priest, a therapist or a friend) is useful, but asking the help of the spouse should be the first option and the main way to avoid conflicts.

Given the fact that the mutual help between spouses should be the first remedy to be exhausted, we must reiterate that no mutual help will be possible without a sincere dialogue. No effort will be excessive in order to attain said dialogue.

Among other causes to be afraid of marital reflection we can mention the firm conviction that establishing a tranquil dialogue is no longer possible because just being one in front of the other is a reason to be hostile.

One may say that an invisible wall devices them. Many even yell in order to be listened, but one has not finished saying “white” when the other has already said “black”.

This is the end of our article regarding these benefic topics about marriage maturity.

We can conclude that neither marital harmony nor marital dialogue should be overlooked. Marital harmony constitutes the most concrete form of conjugal happiness and it is definitely based upon sincere dialogue.

The next article will deal with the rules to disagree with one’s partner.

The present article was mainly extracted from the book “Conjugal Dialogue” by Javier Ortiz.

Mons. Martin Davila Gandara


 
 

LA MATURITA NELL’AMORE CONIUGALE SI RAGGIUNGE CON ARMONIA E RIFLESSIONE

Prima di iniziare a parlare sull’arte di ““Imparare a dissentire dal proprio consorte”. A continuazione sarà spiegato perché, per poter raggiungere un “amore adulto e maturo” nel matrimonio, è un fatto indispensabile coltivare e fomentare l’armonia vera e la riflessione coniugale.

ARMONIA CONIUGALE E RIFLESSIONE

La felicità a cui vogliono aspirare dei coniugi adulti e maturi, si basa sull’armonia nel loro rapporto. Dato che , a quell’eta, è doveroso dimenticarsi dell’amore da fiaba , dove non vi sono né pene, né difficoltà, né sforzi.
Per il fatto di essere adulti, i coniugi, devono essere consapevoli che gli sforzi possono superare diverse difficoltà e che le pene non devono essere uno scoglio che porta alla distruzione della felicità coniugale.
In altre parole, le difficoltà e le pene sono parte della vita umana , per cui bisogna essere troppo ingenui per sognare che non ve ne saranno nella vita matrimoniale.
Ma, d’altro canto , le pene e le difficoltà non sono incompatibili con la vera felicità coniugale, ciò è facile da comprendere per un adulto maturo , proprio perché quest’ultima è basata sull’armonia della relazione coniugale.
Le coppie che arrivano ad avere un’armonia profonda sono quelle più felici nonostante le avversità; quelle che invece non raggiungono quest’armonia non saranno felici, per più che la vita sembri di esserli favorevole. Ebbene, la strada verso il dialogo totale è un segno di progresso nell’armonia coniugale. Perciò, è necessario riflettere su questo elemento: In cosa consiste quest’armonia? Cosa possono fare i coniugi per raggiungerla?, Come si pone questo problema nella vita quotidiana?

LA VERA ARMONIA

Laggiù, qualcuno potrebbe trovare strano questo tentativo di capire in cosa consiste la vera armonia , e forse domanderebbe: Ma perché complicarsi , se tutti sanno che la vera armonia consiste nella capacità di capire bene l’altro?
Infatti, la vera armonia consiste nel capire bene l’altro, ma cos’è capire bene?
Alcuni credono che capirsi bene, vuol dire pensare nello stesso modo, condividere gli stessi interessi e fare insieme il maggior numero possibile di attività insieme. Altri sembrano di credere che l’armonia nel matrimonio consista nel accettare che il coniuge più forte deve imporsi, mentre il coniuge debole deve cedere, oppure nel cercare di indipendizzarsi il più possibile l’uno dall’altro, onde evitare possibili conflitti e litigi.
In realtà, tutte questi modi riduttivi di concepire l’armonia coniugale hanno qualcosa di vero ma molto di falso. Il vero è che l’armonia matrimoniale consiste appunto in un accordo tra i coniugi. Ciò che è falso , invece, è che la prima concezione confonde l’accordo con l’uniformità, la seconda con l’imposizione e la terza con un compromesso.
Questa confusione teorica non avrebbe nessuna importanza, se non portasse a risultati disastrosi nella pratica, ma è un dato di fatto che vi sono questi effetti.
Supponiamo che qualche matrimonio pensi che l’armonia consista nell’uniformità assoluta. Ciò vuol dire che ciò che piace a lui deve piacere per forza a lei , e ciò che dispiace a lui deve dispiacere pure a lei e viceversa. Peccato che due esseri umani, per più che lo vogliano , non possono essere uguali, per cui a lui magari piacerà il calcio, a lei la musica, egli sarà forse socievole , lei un po’ meno, lei vorrà avere molti figli, egli pochi, ecc.
L’uniformità assoluta tra gli esseri umani è impossibile. Ma qualora essa fosse possibile, non sarebbe nemmeno desiderabile, perché, l’amore fra i coniugi non si fonda soltanto sulle loro somiglianze ma anche sulle loro differenze.
Pertanto, un marito potrebbe ben dire: “Io non amo mia moglie perché è come me , ma la amo anche perché non è uguale a me. Se io e mia moglie fossimo proprio uguali, vi sarebbe una noia perfetta”.
Inoltre, cosa vuol dire essere uguali?, il fatto che a lui non piaccia più il calcio, oppure che lei smetta di apprezzare la musica? Questo sarebbe un peccato , perché è un piacere avere gusti variegati e non si può fingere di provare piacere quando non è il caso.
Essere uguali vorrebbe dire magari che la moglie dovrebbe iniziare ad interessarsi per il calcio ed il marito per la musica. In poche parole, qualcosa di impossibile, per diversi motivi, quali ad esempio l’orrore che ella prova a guardare dei soggetti che inseguono una palla e tirano calci, e la totale mancanza di un orecchio musicale in lui. Nonostante queste differenze ci può essere comprensione fra entrambi.
In cambio, vi sono diverse coppie che per aver giocato ad essere uguali finiscono per non capirsi , soprattutto perché è assurdo cercare di essere uguali. E quel gioco risulta a lungo andare stancante e disperante.
Un’altro esempio per semplificare , quello di Francesco e Maria. Essi si sono sposati cercando di essere uguali in tutto, ma si sono ben presto resi conto dell’impossibilità di raggiungere qualcosa del genere e della commedia che stavano vivendo , facendo del loro rapporto una falsità. Francesco ha deciso allora di essere Francesco e Maria di essere Maria, per cui si amano per quel che sono e si capiscono perfettamente.
La vera armonia non consiste nell’uniformità, e aspirare a quell’ideale falso è sempre pericoloso nella pratica.
Non meno pericoloso è il presupposto che, l’armonia consista in un accordo taciuto tra i coniugi. Questo accordo prevede l’imposizione del più forte e la sottomissione del più debole nella coppia. È anche vero che molti matrimoni funzionano così: egli detta legge e lei si sottomette , oppure viceversa.
Ancor più, è vero che vi sono dei matrimoni in cui l’imposizione di una delle parti e la sottomissione dell’altra sono tali da rendere improbabile un litigio o affronto tra i coniugi. Ma ciò risulta discutibile dato che non si può parlare di armonia coniugale in questi casi. Sebbene una delle parti si trovi obbligata a cedere ogni volta ; il risentimento creatosi in queste circostanze, viene cumulato e prima o poi potrebbe scoppiare la guerra.
Dato che l’uomo non si rassegna facilmente a sacrificare la sua libertà legittima e soprattutto la sua dignità. In ogni caso, sebbene il risentimento non affiori mai perché uno dei coniugi sia più passivo dell’altro oppure abbia una virtù vera e provata (come ad esempio nel caso di Santa Rita da Cascia) , è evidente che l’armonia coniugale che si cerca di raggiungere non può essere ridotta soltanto all’assenza di litigi nella coppia.
La vera soluzione è quella proposta da San Paolo, quando dice agli sposi: ” sottomettetevi gli uni agli altri nel timore di Cristo” ( Efesini 5:21) Qui è molto importante risaltare il principio della mutua sottomissione . Dato che le sue fondamenta sono il timore di Dio, nel senso di riverenza. Questa sottomissione dev’essere un’attitudine mutua e una decisione volontaria: Sebbene sia un’ordine dall’alto, rimane libera la scelta dell’obbedienza a chi ascolta e si dispone ad eseguirla.
Questa mutua sottomissione , nel caso della sposa verso lo sposo si chiama RISPETTO. Nel caso dello sposo verso la sposa si chiama AMORE.
Per quanto riguarda il fatto della sottomissione della moglie al marito San Paolo dice: “Le mogli siano sottomesse ai mariti come al Signore; il marito infatti è capo della moglie, come anche Cristo è capo della Chiesa, lui che è il salvatore del suo corpo. E come la Chiesa sta sottomessa a Cristo, così anche le mogli siano soggette ai loro mariti.”(Efesini, 5, 22-24).
E riguardo alla sottomissione del marito alla moglie , San Paolo dice altrettanto : “E voi, mariti, amate le vostre mogli, come Cristo ha amato la Chiesa e ha dato se stesso per lei. Così anche i mariti hanno il dovere di amare le mogli come il proprio corpo, perché chi ama la propria moglie ama se stesso. Nessuno mai infatti ha preso in odio la propria carne; al contrario la nutre e la cura, come fa Cristo con la Chiesa, poiché siamo membra del suo corpo. (Efesini. 5, 25-29).
L’autoritarismo da parte di uno dei coniugi ed il servilismo e la sottomissione dell’altro non potranno mai essere le fondamenta su cui si poggia la vera armonia; quest’ultima può essere raggiunta soltanto attraverso una sottomissione basata sull’accettazione reciproca nel rispetto e nell’amore , come accennato da San Paolo.
La terza concezione falsa dell’armonia coniugale consiste nel ridurla ad una specie di compromesso fra i coniugi. Si crede che siano diversi i matrimoni senon la gran maggioranza ad avere tale concezione. Dopo qualche mese oppure dopo qualche anno di vita comune i coniugi sono già stati in grado di misurare le proprie forze e si conoscono a sufficienza così da evitare i litigi. Ognuno di loro sa che ci sono argomenti da evitare nelle conversazioni comuni , che vi sono inoltre problemi in comune da non essere discussi, e che vi sono dei problemi familiari esclusivi e allo stesso modo decisioni che spettano soltanto a uno dei due.
Possiamo trovare svariate situazioni matrimoniali. In alcuni casi il marito non ha voce in capitolo per quanto riguarda l’educazione dei figli, la moglie no ha il minimo diritto di chiedere al marito niente riguardo il lavoro di quest’ultimo: Tutte queste regole , vengono stabilite attraverso un compromesso taciuto fra i due , generalmente si arriva a questo tipo di compromesso dopo litigi, tensioni, oppure dopo l’abbandono del dialogo mutuo.
In altri casi, la donna non può opinare sulla maniera in cui verrà impiegato il riposo dominicale o il fine settimana , dato che il marito ha già un suo piano intoccabile. A sua volta il marito non può opinare sul modo di arredare o decorare la casa, perché la moglie non l’accetterebbe.
Potrebbero essere citati tanti altri esempi su diversi aspetti della vita coniugale, alcuni importanti, altri secondari. Ma ciò sarebbe esercizio inutile, dato che tutti questi esempi rivelano la stessa situazione di falsità: coniugi che abitano sotto lo stesso tetto , ma che non vivono insieme.
Sono come due paesi limitrofi con frontiere ben definite , paesi che non intervengono nelle questioni dell’altro, perché ciò equivarrebbe ad una dichiarazione di guerra.
Questa situazione è sempre pericolosa; e ciò che la fa tenere in piedi non è l’armonia , bensì il principio di non intervento. Ma, il mancato intervento non sarà mai un principio di armonia tra un uomo e una donna che cercano il dialogo e la comunicazione totale.
Tutto ciò ci aiuta a capire in cosa consiste la vera armonia. È vero che quest’ultima consiste nel capire bene l’altro ma abbiamo già visto i falsi modi di “capirsi bene” che alla fin fine conducono a risultati disastrosi.
La vera armonia non consiste soltanto nell’assenza di litigio. Vi sono tanti coniugi che non litigano quasi mai, ma non sono uniti e non condividono niente con il proprio partner . Essa non consiste nemmeno nel essere sempre insieme, vi sono alcuni coniugi che fanno così, solo per convenzione sociale , ma tra loro non vi è un vero amore . Non consiste nemmeno nel avere gli stessi gusti e preferenze.
Allora, In cosa consiste la vera armonia? “In un accordo profondo, risultato di una vera comunicazione alla pari fra due coniugi capaci di accettare di essere differenti”
Per illustrare la vera armonia , a continuazione si parlerà di una coppia in armonia : Giovanni e Rosa si vogliono per davvero. Dato che si vogliono veramente, hanno bisogno di comunicare , perché l’amore coniugale è un desiderio di dialogo totale.
Ma comunicare non consiste soltanto nel parlare. Una delle principali maniere per comunicare è quella di condividere. Per questo Giovanni e Rosa si sono sposati e vivono nella stessa casa , condividono un letto, condividono i soldi che egli guadagna o che entrambi guadagnano , condividono le responsabilità di educare i figli , anche i divertimenti, ecc.
Nonostante queste condivisioni, Giovanni e Rosa sono diversi sotto alcuni aspetti. Ciò crea naturalmente dei piccoli conflitti tra i due. Ma siccome Giovanni e Rosa si amano , hanno capito che il solo modo per risolvere i conflitti sia quello della comunicazione , ovvero parlando ci si capisce.
Giovanni e Rosa hanno il patto per cui nessuno di loro scappa via quando si deve parlare su ciò che crea screzi fra loro due. Entrambi cercano insieme una soluzione. Non è sempre cosa facile , tutti e due hanno delle personalità forti e ciò li porta a difendere con ardore i propri punti di vista.
Perciò hanno deciso che, non discuteranno salvo che sia proprio necessario, ovvero se la serenità non può essere altrimenti raggiunta. Nonostante siano insieme da anni, non ci riescono sempre ad evitare le incandescenze.Ma alla fine, ciò che importa è che non si arrendono mai.
Possono rinunciare a discutere in un certo momento, ma siccome il loro patto è di non fuggire ma di affrontare la conversazione , talvolta decidono di farlo a distanza di pochi giorni, quando sono più calmi, e provano a restare calmi ritornando all’argomento di discussione.
Ognuno ascolta il parere dell’altro , cerca di capirlo e di farsi capire. Se uno dei due inizia ad alterarsi , l’altro cerca di tranquillizzarlo ricordandogli che sono lì perché cercano di risolvere un problema importante per entrambi . E così facendo, Giovanni e Rosa sono riusciti a risolvere molteplici problemi, arrivando ad un accordo mutuo. È importante capire che, le soluzioni proposte da entrambi non sempre coincidono.
Talvolta la soluzione è un compromesso ove entrambi devono cedere su certi aspetti. Ad esempio, Giovanni è riuscito a far capire Rosa la sua passione per il calcio , spiegandole che se lui andava con gli amici le domeniche in certe stagioni a guardare le partite non voleva dire che l’amore che provava per lei era diminuito: d’altro canto , Rosa è riuscita a far capire Giovanni che la sua passione per il calcio non giustificava il fatto di abbandonarla in casa tutto il giorno fino al suo rientro alle 9 di sera, dopo essere andato al bar a prendere delle birre con gli amici per commentare la partita.
Entrambi sono d’accordo , si sono parlati alla pari e hanno capito e accettato che sono differenti.
Altre volte , la soluzione consiste nel adattarsi interamente alla richiesta di una delle parti. Nel nostro esempio, questo è successo riguardo il mondo della musica: Giovanni a forza di accompagnare la moglie, ha finito per gradire la musica classica. Ogni tanto l’accompagna a qualche concerto con piacere, ma all’inizio lo faceva unicamente per fare un piacere a lei.
A volte la soluzione consiste nell’accettare l’aiuto da parte del partner. Ad esempio, Giovanni è uno spendaccione e butta i soldi con estrema facilità ; Rosa è riuscita a farsi promettere dal marito che ogni qualvolta quest’ultimo dovesse fare acquisti superiori ad un certo importo è il dovere di quest’ultimo quello di consultare prima lei.
Forse un altro marito non accetterebbe mai di fare in questo modo, ma Giovanni ha capito che sotto l’aspetto economico sua moglie è molto più ragionevole di lui, e non vi è nulla di cui vergognarsi, così si fa aiutare da lei.
D’altronde Giovani è riuscito a far capire Rosa la sua apprensività nei confronti dei loro figli, soprattutto perché ella tende a medicarli troppo ; per cui Rosa ha capito che prima di medicare i figli o di farli prendere delle vitamine deve consultare prima Giovanni.
No, non è possibile descrivere in questo articolo tutta la vita di Giovanni e di Rosa . Ma si spera per lo meno che questi esempi siano stati sufficienti per far capire i coniugi che la vera armonia coniugale non consiste nell’uniformità totale fra loro, che l’armonia piuttosto consiste in un mutuo accordo in profondità, e ciò non si ottiene né per imposizione di un coniuge sull’altro, né attraverso la separazione dei terreni decisionali ,ove soltanto una delle parti può decidere e l’altra si limita ad eseguire ordini. L’armonia è il risultato di un dialogo sereno e alla pari fra marito e moglie , due adulti capaci di accettare di non essere uguali in tutto e per tutto , ma che a loro volta sono consapevoli di condividere tutto, non hanno niente singolarmente che non interessi ad entrambi, diretta o indirettamente.

LA RIFLESSIONE CONIUGALE

La riflessione coniugale è precisamente quel dialogo sereno fra i coniugi. Viene denominato in questo modo , perché l’attenzione degli sposi si concentra nei problemi coniugali e familiari e perché si tratta di una riflessione che fanno insieme, in comune .
Nei casi di conflitto fra i coniugi, la riflessione coniugale è l’unico mezzo per poter concretare una soluzione vera e per arrivare ad un accordo profondo.
Ma tale riflessione non è necessaria soltanto nelle situazioni di conflitto. La vita quotidiana lascia poco spazio e tempo per riflettere sulla famiglia e sull’amore. In questo modo i coniugi iniziano ad allontanarsi senza accorgersene , e un giorno scoprono di vivere insieme soltanto per la forza dell’abitudine.
In quei casi, gli sposi si domanderanno: cos’è successo? È successo che non hanno parlato a sufficienza , che la mutua convivenza e le questioni di famiglia non erano poggiate sulla vera comunicazione di coppia. La riflessione sarebbe stata un mezzo per stabilire quella comunicazione tanto desiderata sin dal giorno in cui marito e moglie si sono fidanzati.
Nonostante, dobbiamo riconoscere che la riflessione coniugale non è compito facile. La prima difficoltà è appunto quella mancanza di tempo per un incontro coniugale in tranquillità .
Ciò è dovuto al fatto che, i coniugi si trovano da soli, se tutto va bene , soltanto nel momento in cui vanno a letto. Ma quel momento coincide con la fine della giornata: Tutta la stanchezza della giornata si è cumulata , e l’ultima cosa di cui gli sposi hanno voglia è di parlare di questioni che possano complicare ulteriormente la loro vita.
Tutto ciò è perfettamente comprensibile . Ma, dato che la riflessione coniugale è fondamentale nella vita matrimoniale, vale la pena lo sforzo di trovarle uno spazio, almeno di tanto in tanto.
Per riuscire nel intento, ogni coppia deve determinare qual è il momento più appropriato.Vi sono coppie fortunate che riescono a riservarsi un confronto almeno ogni mese. Quel giorno decidono di uscire a cena da soli e cercano di riflettere sui vari aspetti della loro vita insieme, sui problemi dei figli, del lavoro, ecc. (Un esempio molto bello e rappresentativo lo si può trovare nel libro di San Bernardo La famiglia che raggiunse Cristo del Padre M. Raymond, editoriale Herder.
Se la coppia riuscisse ad avere il privilegio di realizzare questo incontro , non dovrebbe mai sprecare questa preziosa occasione. E per tutti coloro che per svariati motivi non riescono a disporre del tempo, rimane caldamente consigliato cercare almeno qualche volta , uno spazio per effettuare il mutuo confronto, molto essenziale nella vita matrimoniale.
In realtà, la difficoltà riguardo la totale mancanza di tempo o di uno spazio tranquillo per realizzare questo incontro è raramente la difficoltà principale. Questo è evidente soprattutto laddove i coniugi non trovano mai tempo per parlare , ma paradossalmente lo trovano e con una facilità estrema per altre attività meno importanti e necessarie.
Quel che succede è che hanno paura del confronto e del dialogo profondo. E le cause di questa paura sono di varia natura.
Alcuni hanno paura della riflessione coniugale perché non trovano niente da dire . Siccome non hanno mai riflettuto insieme, non sanno come fare questo dialogo mutuo. Ma curiosamente questo tipo di coppie sono quelle ad avere più discussioni, quelle ad avere più difficoltà ed incomprensioni. Il disaccordo in questi casi è evidente.
Pertanto, è necessario domandare a queste coppie : Cosa vi impedisce di riflettere insieme sulle vostre questioni? Perché non siete capaci di parlare in tranquillità dei vostri punti di vista e modi di affrontare e vedere le cose ? ¿Perché non domandarsi sulle cause che portano al disaccordo?, Perché non ascoltare le ragioni che l’altro ha da offrire e trovare insieme una soluzione?
In alcuni casi , la paura di affrontare i problemi attraverso una riflessione coniugale proviene dalla codardia. I coniugi sono consapevoli dell’esistenza di quei problema ma non vogliono farli fronte. Hanno paura di chiedere aiuto , temono trattare argomenti di cui non sono abituati a parlare apertamente ( soprattutto se hanno a che fare con la sfera della loro vita sessuale o maritale) .
Il problema è l’incapacità di affrontare un problema insieme. Riuscirebbero a parlare del problema se fossero in grado di riconoscere il bisogno dell’aiuto mutuo nella loro vita matrimoniale, se potessero capire che il coniuge è la persona più adatta a fornire il sostegno necessario con il quale il problema sarebbe di gran lunga risolto.
Cercare l’aiuto di una terza persona- un prete, un terapista, un amico- è spesso una cosa positiva, ma talvolta i coniugi non capiscono che il vero problema è proprio la mancanza di aiuto mutuo fra loro due , uno degli scopi fondamentali del matrimonio. Quindi, si deve cercare di sfruttare il vantaggio di questo aiuto reciproco, ma ciò è soltanto possibile attraverso un dialogo sincero e profondo ma si deve parlare insieme svariate volte finché non si arriva al punto di stabilirlo.
Un’altro motivo per cui gli sposi hanno paura della riflessione coniugale è perché credono che avere un dialogo insieme in tranquillità sia pressoché impossibile. Dal momento in cui si trovano l’uno davanti l’altro, l’ostilità si lascia sentire. Si potrebbe pensare che tra loro si è costruito un muro invisibile che li impedisce di comunicare come esseri umani . Spesso ricorrono a grida e urla per farsi sentire . Prima che uno riesca ad aprire la bocca per dire “bianco”, l’altro l’ha già preceduto dicendo “nero”.
Fin qui abbiamo esposto gli aspetti necessari e benefici in modo da raggiungere una maturità nel matrimonio.
Per concludere, è doveroso ribadire che non si dovrebbero mai e poi mai perdere di vista i due punti essenziali di questo scritto:
-La vera armonia coniugale è la forma che prende la felicità coniugale
-Raggiungere una vera armonia risulta impossibile senza il dialogo e il confronto alla pari fra i coniugi.
Nota: Nei due articoli dedicati ai segnali di pericolo nel matrimonio si possono trovare diversi punti utili al dialogo e alla riflessione coniugale.
Nel prossimo articolo si spiegheranno le regole per “Imparare a dissentire dal proprio consorte” (Titolo originale: Còmo saber discrepar del consorte”)
Questo articolo è stato tratto principalmente dal libro: Dialogo coniugale ( in spagnolo “Diálogo Conyugal”) di Javier Ortiz.

Sinceramente in Cristo
Mons. Martín Dávila Gándara
Vescovo in Missione