La Eucaristía memorial de la Pasión de Cristo

“Cada vez que comieres de este pan y bebieres de este vino anunciaréis la muerte del Señor” (I Cor., XI, 26).

El jueves después de la fiesta de la Santísima Trinidad la Santa Iglesia celebra la festividad del “Corpus Christi” o del Cuerpo de Cristo. Si bien, el Sacramento de la Eucaristía fue instituido por Cristo, el Jueves Santo. La Iglesia ha querido dedicarle este día exclusivamente para rendirle un culto público y solemne de adoración, gratitud y amor.

Deseando Nuestro divino Redentor que en su Iglesia hubiese perpetua memoria de su Pasión y muerte, y a la vez queriendo beneficiarnos con este soberano beneficio que nos hizo con ella, instituyó este sagrado convite, en que cada día nos da de comer y beber su Cuerpo y Sangre, bajo las especies de pan y vino.

Por lo mismo, vamos a considerar en este escrito como:

En la Eucaristía se renueva la memoria de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.

La Iglesia canta en aquella hermosa antífona: “Oh sagrado convite, en cual se recibe a Cristo, renuévese la memoria de su Pasión, el alma se llena de gracia y se da en prenda de la futura gloria”.

Más, ¿Por qué quiso Nuestro Señor que la señal y memoria de su Pasión fuese un convite tan lleno de suavidad y dulzura, habiendo sido aquélla de tanta afrenta y dolor?

La primera causa fue para descubrirnos su infinita bondad y el infinito amor que nos tiene, escogiendo para sí, como buen padre, las cosas penosas, y dando a sus hijos las suaves, en memoria de sus penas y para aplicarnos el fruto y provecho que nos sigue de ellas.

Porque propio es de padres tomar para sí lo trabajoso y dar a sus hijos lo suave; y este espíritu quiere que tengamos todos sus hijos para con nuestros hermanos y prójimos.

La segunda, para que por aquí viésemos el gusto con que padeció los trabajos de su Pasión, en cuanto era beneficio nuestro y para nuestro bien; y así quiere que su memoria sea una cosa de gusto y suavidad y un banquete de grande regocijo, para que con más gusto nos acordemos de ella y se la agradezcamos.

La tercera, para que viésemos la suavidad de su ley, de la cual había dicho que era carga y yugo suave; y así todos sus Sacramentos fueron suaves, y éste sobre todos, con haber salido de su costado abierto con tanta crueldad por la lanza.

La cuarta, para obligarnos con esto a participar de las cosas amargas de la Pasión, abrazando la penitencia y el ayuno, la mortificación y humillación, y todo lo que es conforme a Cristo crucificado y despreciado. ¡Con cuánta razón se llama a este Sacramento, Sacramento del amor!

Todas estas razones nos mueven a preguntarle al Señor: ¿Qué haremos por Ti, dulce Jesús mío, en recompensa de tan soberano beneficio?

Y la vez contestemos exclamando: Si te miro como Padre eres amorosísimo; si como Redentor, eres dulcísimo, si como Legislador, eres suavísimo: por todas partes me cercas y coronas con misericordia. Coronarme quiero yo también con corona de espinas, para pagar con innumerables trabajos tus innumerables tormentos llenos de innumerables misericordias.

Las razones que tuvo Nuestro Señor para quedarse Él mismo para ser memorial de su Pasión

Acaso: ¿No bastaban para esto el pan y el vino, como basta el agua para el Bautismo, que también es figura de su muerte y sepultura?

Sí que bastaban; pero, para descubrirnos mejor la gran estima que tiene de su Pasión y obligarnos de esta suerte a tener grandísima estima y continua memoria de este beneficio, agradeciéndolo mucho, quiso Él mismo ser memorial de ella, y hacerse de este modo despertador de la memoria contra nuestro olvido y atizador del agradecimiento contra nuestra ingratitud.

Y aún tuvo otra razón, y fue para descubrirnos más su infinita caridad y el deseo inmenso que tiene de padecer por nuestro bien, porque cada vez que se celebra la Santa Misa, el mismo Cristo hace representación de su Pasión y muerte.

Y así, de esta manera está dispuesto por nuestro amor a padecer y morir real y verdaderamente por nuestro provecho; pero, como esto no es necesario ni conveniente, gusta de padecer y morir con la representación.

Otra tercera causa fue para suplir con su presencia la falta de agradecimiento que tienen los hombres, no sólo por el beneficio de la redención, sino por los demás beneficios que han recibido de Dios, los cuales, por ser infinitos, no pueden ser agradecidos bastantemente por la pura criatura.

Y así, Él mismo quiere, por su persona, en este Sacramento, ser el que agradece por nosotros todos estos beneficios. Y por eso, que vino a llamarse este Sacramento Eucaristía, que quiere decir acción de gracias.

Al conocer todo esto, no nos queda más que exclamar: ¡Oh, Dios de amor!, ¿qué es lo que haces? Si para agradecernos los beneficios recibidos me haces de nuevo otro tan grande como todos ellos, ¿Cómo hemos de pagar este nuevo beneficio?

Causas y motivos que tuvo Cristo al quedarse en este Sacramento, en especies de pan y vino para ser memorial de su pasión.

La primera fue para significar que, así como en este Sacramento se junta Cristo con pan hecho de granos de trigo despedazados y molidos, y con vino hecho de granos de uva pisados y estrujados.

Así en su Pasión fue su Cuerpo Sacratísimo atormentado y molido con azotes de espinas y clavos, y a la vez fue pisado con grandes ignominias, y estrujado hasta sacarle toda la sangre y dejarse exprimido como uva en el lagar.

Es por eso, que, con la presencia de estas especies de pan y vino, quiere que nos acordemos de los dolores y afrentas que representan, y que, como comemos el pan y bebemos el vino, así bebamos y comamos e incorporemos con nosotros las penas de su Pasión y muerte, llegando hasta quebrantar y moler nuestro corazón con la contrición de nuestros pecados, y castigar nuestra carne con penitencias, y gustar de ser despreciados, por imitarle.

Pero aún pasa más adelante la caridad de este Señor. Porque en el Bautismo, como dice San Pablo, el bautizado representa la muerte y sepultura de Cristo cuando es sumido debajo de las aguas, como Él fue sumido debajo de las olas de sus trabajos y aflicciones y colocado en el sepulcro debajo de una gran losa.

Es por eso, que, en este Sacramento, el mismo Cristo representa su muerte y sepultura cuando es comido y partido con la boca, y cuando es tragado y puesto dentro del estómago, en memoria de que fue desmenuzado con los dientes de sus perseguidores y tragado de la muerte y puesto en una sepultura.

Y a todo esto asiste el mismo Señor, para que se haga con reverencia y espíritu, comunicando los frutos de su Pasión y muerte al que le recibe.

Medita y considera ¡Oh cristiano! Cuando comulgas, recuerda que eres sepulcro del mismo Jesucristo, recibiéndole dentro de ti, vivo en sí mismo, pero muerto en la representación.

Mira que su sepulcro fue glorioso, nuevo y cavado en piedra, para que entiendas que tú también has de ser glorioso y esclarecido por las virtudes, y nuevo por la renovación del espíritu y fundado en la imitación de la piedra viva, que es Cristo.

Por último. Pidamos a Jesús que santifique este nuestro sepulcro en que ahora entra, para que, mientras esté en él, sea digna morada suya.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Horas de Luz” Meditaciones Espirituales para todos los días del año del P. Saturnino Osés, S. J.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx