La compasión hacia el prójimo

Se lee en Evangelio de San Marcos VIII, 1- 9. Que, habiendo pasado Jesucristo al otro lado del mar de Tiberíades para predicar su celestial doctrina, fue seguido de muchos hombres que estaban ávidos de oírle.

Más, a estas personas que le seguían desde algunos días se les habían acabado los alimentos que habían llevado consigo, y viendo esta, situación Nuestro Señor Jesucristo se dirigió a sus discípulos y les dijo: “Me da compasión esta multitud”. Fue precisamente en esta ocasión cuando con solos siete panes y dos pececillos sació a todas esas gentes, compuesta de cuatro mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

Ahora bien, vamos considerar y reflexionar, no tanto en el milagro en sí de esta multiplicación de los panes y peces, sino más bien, en la compasión que Jesucristo tuvo de aquella multitud hambrienta, y de este hecho, procuraremos sacar algunas enseñanzas para nosotros.

Si Jesucristo tuvo compasión de aquella gente, así también nosotros procuremos tener una verdadera compasión con nuestro prójimo que está en necesidad o pasando por alguna tribulación.

por lo tanto, veremos en efecto, qué motivos nos deben de impulsar a tener compasión de nuestro prójimo, y también que se requiere para experimentar tal compasión, y por último de qué modo debe de ejercitarse.

I. Según Santo Tomás de Villanueva, son muchos motivos que deben impulsarnos a sentir compasión y misericordia hacia nuestro prójimo, siendo los principales los siguientes:

1oPOR NUESTRA PROPIA MISERIA. En verdad, nuestra miseria es grande, y estamos de continuo, sujetos a toda clase de males y tribulaciones, así como dice S. Atanasio. (De Virginit) y esto algo que nosotros mismos podemos palpar, con las enfermedades, persecuciones, tribulaciones, tentaciones y pruebas que Dios nos manda o permite siempre para nuestro bien. Y si en realidad, consideramos todo ello, esto debe de movernos a tener piedad de los males ajenos.

2oPOR NUESTRA PROPIA UTILIDAD. También nosotros tenemos necesidad de que los demás usen de piedad y de misericordia con nosotros, como nos dice S. Tomás de Villanueva. Ahora bien, tal vez, no necesitamos en rigor, de la misericordia del prójimo, en lo material, porque tenemos gracias a Dios lo necesario para sustentar el cuerpo.

Pero no sólo es el cuerpo el que requiere sustento, sino también nuestra alma, y tal vez estamos muy necesitados de las oraciones de nuestros prójimos, porque estamos muertos y no tenemos la vida divina de la gracia en nuestra alma, y queremos salir de ese estado lamentable.

O bien, estamos esclavizados por terribles vicios y pasiones no dominadas, como la lujuria, la ira, la envidia, la soberbia misma etc., y para salir de ese estado necesitamos gracias actuales, para que Dios nos permita ver estas miserias, para luego arrepentirnos y llorar nuestros pecados y miserias; y es por eso, que necesitamos de la misericordia de Dios.

Ahora, sabiendo que Dios solamente usa de misericordia para con aquellos que se compadecen del prójimo. Entonces, es por nuestro propio bien y nuestro interés lo que nos aconsejan que nos movamos a compasión ante los males de nuestros semejantes. Porque, claro está, si no tenemos compasión y misericordia a hacia los demás, Dios, no tendrá tampoco misericordia y compasión para con nosotros.

3oPORQUE EL MUNDO ESTA LLENO DE GRANDES MESERIAS. El mundo está lleno de hombres llenos de miserias y necesidades, de hombres pobres. A la manera de un hospital que se ve repleto de enfermos en tiempos de una epidemia, del mismo modo—dice S. Tomás de Villanueva—el mundo se halla repleto de miserables.

Además, si se llaman pobres aquellos que carecen de alimento y vestido, con mucha mayor razón pueden y merecen llamarse pobres y miserables aquellos a quienes les falta la fe y la gracia de Dios, es por eso, que se preguntaba S. Tomás de Villanueva que en medio de tan grande multitud de pobres y miserables ¿no deberemos movernos a compasión?

Y es esto, digno de reflexionar y analizar, porque de los casi ocho mil millones de personas que habitan el mundo: ¿Cuántas personas hay que tengan el don precioso de la Fe de la verdadera y única religión que es la Iglesia Católica? A hora bien, no se puede tener la gracia de Dios o sea la gracia santificante, si no se tiene la fe y se pertenece a la verdadera religión que fundo Cristo que es la Iglesia, ya que, si no estamos unidos al árbol de la Iglesia de Cristo, difícilmente podremos recibir su sabia vivificante que es su gracia.

Consideremos entonces el hospital gigantesco de enfermos, miserables y necesitados que lo están y no se dan cuenta porque no tienen la fe verdadera y la gracia de Dios. Ahí consideremos a los millones de budistas, a los ateos y materialista, a los mahometanos, protestantes, indiferentes libres pensadores y los otros tantos de millones de apostatas modernistas.

Son miserables y necesitados también, los que, aun teniendo la verdadera fe, viven en pecado mortal, ya sea en adulterio, o en unión libre o dominados y esclavizados por alguna pasión.

Todo ello, así como nos dice Santo Tomás de Villanueva es digno de movernos de compasión, porque todos somos o podemos ser miserables y necesitados.

II. Para poder sentir eficazmente piedad y compasión hacia el prójimo, se requieren en nosotros algunas condiciones. Estas son tres y las enseña S. Juan Crisóstomo:

1oTENER LOS MEDIOS PARA AYUDAR. O sea, es necesario para poder socorrer, tener los medios indispensables para tener eficazmente compasión del prójimo.

Aquí es importante considerar que, el tener los medios necesarios, no sólo son considerados los bienes materiales sino también las cualidades o ciertos dones espirituales que hemos recibido de Dios.

Ahí tenemos el ejemplo de San Pedro que le dice al tullido de nacimiento que le pide limosna: “No tengo oro ni plata, lo que tengo eso te doy: en nombre de Jesucristo Nazareno, anda” (Hechos, III, 6). y aquel tullido pudo andar.

Así también nosotros si no tenemos bienes materiales suficientes para poder ayudar al pobre, pero Dios, nos ha permitido que tengamos, ciertas cualidades o dones, para poder, aconsejar, consolar, corregir con caridad y sobre todo piedad para pedir y hacer oraciones por los necesitados.

2oQUERER AYUDAR. No basta tener los medios, no basta poder hacer el bien: es preciso, además, querer hacerlo. De nada aprovecha contar con los medios y poder socorrer si falta voluntad para ello.

3oHACER EFECTIVA LA AYUDA LO MAS PRONTO POSIBLE. No basta que se pueda y se quiera socorrer; es preciso, además descender de lo alto y socorrer realmente. Porque de poco serviría el poder y el querer socorrer si luego se difiera tanto la ayuda que acabará por resultar inútil.

Porque a veces así sucede, tal vez aquel pobre necesitado, requiera el consuelo o el consejo al momento antes de suicidarse, y nosotros que tuvimos las palabras y la preparación queríamos ayudar, pero nos confiamos y retardamos la ayuda y cuando menos pensamos la persona se había quitado la vida. Y así también podrá haber sucedido en otros casos donde pudimos y quisimos ayudar ya sea material o espiritualmente, pero fuimos negligentes y ya no se pudo hacer efectiva esa ayuda.

III. Como debe de ejercitarse la ayuda o la compasión con el prójimo. Esto fácilmente podemos comprenderlo pensando en lo hizo Jesucristo cunado tuvo compasión de aquella muchedumbre. Hizo que fuesen distribuidos siete panes para saciar a toda aquella gente. También nosotros hemos de distribuir siete panes, los cuales son las siete obras de misericordia, ya sea corporales o espirituales a los pobres y necesitados o todos cuantos se hallen en la indigencia.

1oLAS OBRAS DE MISERICORDIA CORPORALES SON: Visitar a los enfermos; dar de comer al hambriento; dar de beber al sediento; vestir al desnudo; dar posada al peregrino; redimir al cautivo; enterrar a los muertos.

Jesucristo dijo que consideraría como hecho en favor suyo todo cuanto hiciéremos de bueno a nuestro prójimo. Al juicio final dirá el Rey: “Venid benditos de mi Padre a gozar del Reino Celestial, porque cuando yo estaba enfermo me atendiste. Pues todo favor que habéis hecho a los demás, a Mí me lo habéis hecho” (Mt., XXV, 40)

Y precisamente esas fueron las palabras que inspiraron y emocionaron intensamente a San Camilo de Lelis, que estando al cuidado de los enfermos en Roma, se propuso tratar a cada enfermo como trataría a Nuestro Señor Jesucristo en persona.

Y así lo hizo en adelante. Los tratos amables, las buenas caras, los consuelos, llenaban de confianza y seguridad a los enfermos que morían bien confortados y preparados recibiendo los últimos sacramentos, así como las bendiciones y gracias que concede la Santa Iglesia a sus hijos.

2oLAS OBRAS DE MISERICORDIA ESPIRITUALES SON: Enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesite; corregir al que yerra; perdonar las injurias; consolar al triste; sufrir con paciencia las flaquezas o defectos de nuestros prójimos; rogar a Dios por vivos y muertos.

Como se ha dicho arriba, tal vez muchos carecen de medios para practicar las obras de misericordia corporales; todos, empero, pueden hacer obras de misericordia espirituales. Estas obras son las que realmente nos ayudaran a conseguir la salvación eterna.

Es por eso, que nos dice el Rey David en el Salmo XL, 1: “Bienaventurado el que se preocupa por el necesitado y el desvalido; en el día malo le librará el Señor”.

3oESTAS OBRAS DEBEN IR ACOMPAÑADAS DE AMOR Y ALEGRIA. Jesucristo no sólo hizo que fuesen repartidos los siete panes, mas también los dos pececillos. Estos pececillos, unidos a los siete panes, significaban—al decir de los sagrados interpretes—el amor y la alegría de que deben ir siempre acompañadas las obras de misericordia.

Unir a las obras de misericordia esas dos hermosas virtudes del amor y de la alegría, es eso lo que precisamente recomendaba y exhortaba San Isidoro de Sevilla a los fieles. Y es que la razón es obvia, así como dice San Pablo en su segunda carta a los Corintios, IX, 7: “Cada uno haga según se ha propuesto en su corazón, no de mala gana ni obligado, que Dios ama al que da con alegría”.

Por último. si así lo hacemos, o sea: si damos oportunos consejos a los que necesitan de ellos, si enseñamos a los ignorantes la santa Ley de Dios, si hacemos conocer a los pecadores el miserable estado en que se hallan, si consolamos a los afligidos en sus tribulaciones, si visitamos a los enfermos y a los encarcelados aliviándoles en su tristeza, si rogamos a Dios por los vivos y por los difuntos, ciertamente podremos estar seguros de que Dios usará también de misericordia con nosotros, concediéndonos la eterna felicidad.

Gran parte de este escrito fue tomado del libro: “Triple Serie de Homilías” de Mons. Ricardo Schüler.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx