El PAPADO Y LA INFALIBILIDAD PONTIFICIA

Antes de comenzar con la exposición con todo lo que se refiere al Papado, vamos a exponer primero, lo referente a la jerarquía y gobierno de la Iglesia.

JERARQUÍA ECLESIÁSTICA

Jesucristo ha llamado a su Iglesia “Reino de Dios”, la constituyó materialmente a semejanza, a una Monarquía temporal.

Jesucristo Nuestro Señor distinguió siempre entre los Apóstoles (que quiere decir legados o enviados) y los Discípulos; y así sólo a los Apóstoles dijo que fuesen a predicar el Evangelio a todas las naciones, y que los enviaba a ellos como su Padre celestial le había a Él enviado. Y entre los Apóstoles distinguió siempre a San Pedro, haciéndolo Cabeza de los Apóstoles, pues que a él solo dijo que confirmase a sus hermanos en la fe, y que apacentase las ovejas y corderos del redil cristiano.

Los miembros de la Iglesia forman, grupos diferentes, subordinados el uno al otro; el grupo de los que enseñan y administran, y el de los enseñados y administrados. (el primer grupo, por su encargo de enseñar, se le llama Iglesia docente, que quiere decir enseñante; el segundo grupo se llama discente o simplemente fiel).

Forman la Iglesia docente el Papa con los Obispos, y, por delegación los presbíteros y ministros sagrados. Y forman la Iglesia discente o fiel los católicos de todas condiciones que no han recibido órdenes sagradas.

El Papa es el representante de Cristo sobre la tierra, y por lo tanto, la Cabeza visible de la Iglesia (la palabra Papa es griega, y significa Padre, y se daba primitivamente a todos los obispos; así se llama también al Papa, Padre Santo. Por estar en lugar de Cristo, Vicario de Cristo; por ser el Príncipe de los Obispos, Soberano Pontífice, y sucesor de San Pedro, quien murió en Roma).

La Jerarquía está dividida en Jerarquía de Orden y en Jerarquía de Jurisdicción, esta última consta del Papa, los Obispos, y Párrocos.

El Papa tiene autoridad de jefe supremo, de Maestro infalible y de Juez inapelable para enseñar y regir la Iglesia.

El Papa como jefe supremo de la Iglesia, tiene la primacía de honor y de jurisdicción sobre todos los Obispos y fieles de la Iglesia, junto con el poder de disponer todo lo concerniente a la santificación de las almas, sin tener que someterse a ninguna autoridad civil ni eclesiástica.

GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN DE LA IGLESIA

Nuestro Señor Jesucristo estableció la Iglesia como una Monarquía absoluta, de la cual Jesucristo es el Rey y cabeza invisible, y siendo el Papa por extensión, el Rey y cabeza visible. la Iglesia jamás puede estar acéfala o sea sin cabeza, esto a pesar, de que acontezca la sede vacante después de la muerte de un Papa hasta que se reúna el Conclave Cardenalicio y elija otro Papa, y en algunas veces, este periodo se llegó a prolongar hasta casi 3 años, del 29 de noviembre de 1268, en que el papa Clemente IV murió, hasta el 1 de Septiembre de 1271, y con ello se dio comienzo a uno de los más largos interregnos — o vacancia del cargo papal — en la historia de la Iglesia católica.

Los cardenales en ese momento iban a reunirse en cónclave en la ciudad de Viterbo; pero las maquinaciones de Carlo d’Anglio, Rey de Nápoles, sembraron discordia entre los miembros del Sagrado Colegio, y la posibilidad de una elección vino a ser cada vez más remota. Después de casi tres años, el alcalde de Viterbo encerró a los cardenales en un palacio, no permitiéndoles más de lo necesario para subsistir, hasta que llegaran a una decisión que devolviera a la Iglesia su Cabeza visible. Finalmente, el 1° de septiembre de 1271, se eligió a Gregorio X para la silla de Pedro.

Durante este largo período de vacancia de la Sede Apostólica, también ocurrieron vacancias en varias diócesis alrededor del mundo. A fin de que los sacerdotes y fieles no quedasen sin pastores, se eligieron y consagraron obispos para llenar las sedes vacantes. En este tiempo hubo veintiún elecciones y consagraciones en varios países. Lo más importante de este precedente histórico es que todas estas consagraciones episcopales fueron ratificadas por el papa Gregorio X, y, por consiguiente, afirmó su licitud.

Es importante considerar, que, aunque como en estos casos de Sede vacante, no se haya la cabeza visible que es el Papa, la Iglesia jamás queda acéfala, (y no es como piensan algunos que se acaba el mundo, por no haber la cabeza visible) ya que Nuestro Señor Jesucristo, como Rey y cabeza invisible, con la ayuda del Espíritu Santo siempre está rigiéndola, y siempre pesan las palabras de Nuestro señor, que la fuerzas y poderes del infierno no prevalecerán contra ella.

Algo parecido sucedió en el gran cisma de occidente, pero en este caso hubo Papas verdaderos y papas falsos o antipapas, pero era tal confusión, que los fieles no sabían cuáles eran los verdaderos Papas, porque llegó a ver hasta tres Papas y cada uno con su colegio cardenalicio que se proclamaban como Papas verdaderos, es como si se viviera en Sede vacante por la confusión, y todo este cisma duró 39 años (1378-1417).

Durante ese tiempo, no se acabó el mundo como piensan algunos, se ordenaron y consagraron muchos sacerdotes y obispos válidamente, aunque en algunos casos ilícitamente. Estos casos de Sede vacante, más bien fueron un aviso de Dios, para toda la cristiandad, que, en el futuro, no por la muerte de un Papa, sino por la herejía pudiese darse la Sede vacante, ya que no puede haber un Papa hereje, ya que o es Papa o es hereje, no puede ser Papa y hereje a la misma vez, porque se estaría en contra del dogma de la Infalibilidad Pontificia, definido por el Concilio Vaticano I, y la Bula Cum est Apostolatus Officio de Pablo IV.

Volvamos a retomar el tema, decíamos que la Iglesia es monárquica y que Nuestro Señor Jesucristo es el Rey y cabeza invisible de ella y el Papa es la cabeza visible. Los Obispos son como los gobernantes de las provincias; y los Párrocos, los jefes de los pueblos, nombrados por los Obispos para mandar en su nombre.

El Papa gobierna asistido por el Colegio de Cardenales, a quien consulta y distribuye la dirección de la Congregaciones romanas, las cuales atienden a los diversos ramos de administración de la Iglesia. Y se comunica con los Estados o países por medio de los Nuncios Apostólicos, especie de embajadores del Papa, con las facultades que él quiera concederles.

El mundo distribuido en Diócesis, es gobernado por los Obispos que forman grupos, a cuya cabeza se halla el arzobispo (primero entre los Obispos); y en cada nación, un Primado de honor (en México, es el arzobispo de la ciudad de México).

Cuando se reúnen los Obispos de una provincia para tomar acuerdos, esta Asamblea episcopal se llama Concilio Provincial; si se reúnen los de una nación con su Primado, se llama la reunión Concilio Nacional, y si se reúnen los de la Iglesia Universal con el Papa o con su aprobación, se llama Concilio Ecuménico. Los acuerdos de éste, aprobados por el Papa, en fe y costumbres, son infalibles.

En cada Diócesis, el Obispo tiene un Consejo formado por los Canónigos (antiguamente, canónigo era hombre que vivía de regla (canon) y estaba dedicado a la celebración de los oficios divinos en la Catedral) de su Catedral; uno o más Vicarios Generales (Vicario es el que desempeña funciones de otro) para ayudarle en la administración de su Obispado, junto con un Tribunal Eclesiástico; y para ayudarle en el gobierno, uno o más secretarios de Cámara.

Distribuida cada Diócesis en parroquias, pone el Obispo al frente de cada una de ellas un sacerdote, generalmente con carácter de inamovible, quien puede ser ayudado por vicarios o coadjutores.

Los Párrocos de cada comarca forman un grupo presidido por el Párroco que tiene señalada la dignidad de arcipreste.

En cada parroquia los sacerdotes ocupan cargos particulares o están agrupados formando Comunidades de Beneficiados.

Por fin, para la formación científica y espiritual del Clero tiene la Iglesia institutos de enseñanza llamados Universidades, Colegios o Seminarios.

Ahora sí, vamos adentrarnos más, en todo lo referente al Papado, y para ello vamos a extractar y actualizar, algunas partes de un escrito de Mons. Mark A. Pivarunas en junio de 1997.

Hace casi 2000 años en el antiguo distrito de Cesárea de Filipo, nuestro Divino Salvador escogió a San Pedro como la roca sobre la cual él habría de fundar Su Iglesia. Prometió a San Pedro y, en su persona, a sus sucesores, la potestad suprema sobre la Iglesia universal “para atar y desatar.”

Repasemos las enseñanzas de Jesucristo y del magisterio infalible de la Iglesia católica a fin de entender mejor la naturaleza y prerrogativas del oficio divino del Papa.

En el Evangelio de San Juan, leemos cómo nuestro Divino Salvador escogió a sus doce Apóstoles y a Simón, hijo de Jonás, Cristo le había puesto por nombre Cefas:

“Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro)” (Juan 1:42).

¿Por qué le cambió Cristo su nombre? ¿Qué importancia tendría este cambio en el futuro? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en el Evangelio de San Mateo, donde leemos:

“Viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el bautista; otros Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.

Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mateo 16:13-19).

Jesucristo dio a Simón, hijo de Jonás, el nombre de Cefas (roca) pues sobre él construiría Su Iglesia.

Esto es además probado por las palabras de nuestro Señor a San Pedro en ambos el Evangelio de San Lucas y el de San Juan:

“Dijo el Señor también: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo. Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:31-32).

“Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Apacienta mis corderos… Pastorea mis ovejas… Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17).

En los santos Evangelios, siempre se nombra primero a San Pedro en las listas de los Apóstoles (Mt. 10:2; Marcos 3:16; Lucas 6:14). En los Hechos de los Apóstoles, es Pedro quien dice que debe reemplazarse al apóstata de Judas (Hechos 1:15; 2:14) y es San Pedro quien primero se dirige a las masas el primer Domingo de Pentecostés.

Cuando investigamos los primeros siglos de la era cristiana, vemos cómo los sucesores de San Pedro en Roma ejercieron el poder de “las llaves del reino de los cielos” “para atar y desatar.”

El Papa San Clemente, escribiendo a los Corintios en el 96 D.C., mientras aún vivía el Apóstol y Evangelista San Juan, advirtió a ciertos perturbadores entre los Corintios que no desobedecieran lo que Cristo les había ordenado a través de él, así reclamando claramente para sí la autoridad de Vicario de Cristo para mandar a toda la Iglesia como sucesor de San Pedro.

En el siglo segundo, el Papa San Víctor I (189-198) ordenó a los obispos de Asia a celebrar la Pascua en el mismo día que la Iglesia de Roma, y los amenazó con la excomunión si rehusaban su obediencia.

En el siglo tercero, el Papa San Calixto (217-222) declaró en contra de los Montanistas que por virtud del Primado que sostenía él como sucesor de San Pedro, tenía el poder para perdonar hasta los pecados más grandes.

El Papa San Esteban I (254-257) ordenó a las Iglesias africanas y asiáticas a no re-bautizar a los herejes, so pena de excomunión.

En el siglo cuarto, el Papa San Julio I (337-352) enseñó que las dificultades que surgieran entre los Obispos habrían de ser decididas por él mismo como Juez Supremo.

El Papa Siricio (384-399) enseñó que la Iglesia Universal había sido encomendada a su cuidado como quien había heredado el Primado de San Pedro.

Las declaraciones de los sucesores de San Pedro en la Sede de Roma a través de los siglos son tan explícitos y numerosos que sería superfluo dar más testimonios. Además de esta lista de sucesores de San Pedro que ejercieron el Primado de Jurisdicción sobre la Iglesia universal, el testimonio de los primeros Padres de la Iglesia y de los Concilios ecuménicos también confirman este punto. De nuevo tenemos el recurso al testimonio de la historia.

San Ignacio Mártir (murió en el año 110), escribiendo a los romanos, dijo que la Iglesia de Roma es la cabeza de las demás iglesias.

San Ireneo dijo que sería muy largo enumerar los sucesores de todas las iglesias; pero que, mostrando la enseñanza tradicional de la Iglesia de Roma, se refuta a los herejes, pues es necesario que cada iglesia esté de acuerdo con la Iglesia de Roma por razón de su mayor autoridad.

San Cipriano llamó a la Iglesia de Roma la “Iglesia principal y la fuente de la unidad.”

En el Concilio de Éfeso, en el año 431, Felipe, el Legado del papa, hizo la siguiente declaración y a la cual unánimemente consintieron los Padres del Concilio:

“Nadie niega, pues en verdad fue conocido en todas las épocas, que el santo y bienaventurado Pedro, Príncipe y Cabeza de los Apóstoles, el pilar de la fe y el fundamento de la Iglesia, recibió de Nuestro Señor, Jesucristo, el Salvador y Redentor de la raza humana, las Llaves del Reino, y a él le fue dado el poder de atar y desatar. él (Pedro) vive y ejerce juicio hasta el día de hoy y para siempre en sus sucesores. Su sucesor y representante en ese oficio, el Papa Celestino, nos ha enviado a este sínodo.”

Los Padres del Concilio de Calcedonia (451), escribiendo al Papa San León, declararon que en el Concilio él presidía por su legado como cabeza sobre sus miembros; ellos le hablan como a padre; como a sucesor de Pedro e intérprete de la Fe; como a quien le había sido confiado el cuidado de toda la Iglesia; y le ruegan que honre y afirme sus decretos mediante su decisión.

El Tercer Concilio de Constantinopla (680) se dirigió al Papa como El arzobispo de la Iglesia Universal.

El Segundo Concilio de Nicea (787) se dirigió al Papa como a quien cuya Sede es preeminente por razón de que posee el Primado del mundo entero.

Existen muchas otras referencias que pueden citarse; sin embargo, la mejor referencia al Papado, a su Primado de Jurisdicción e Infalibilidad Papal, se encuentra en el Primer Concilio Vaticano que se reunió bajo el Papa Pío IX entre 1869 y 1870.

En este Concilio encontramos un resumen de todas las enseñanzas anteriores de la Iglesia sobre este tema:

“Pues los padres del Cuarto Concilio de Constantinopla, siguiendo con fidelidad los pasos de sus predecesores, hicieron esta solemne profesión: ‘La primera condición de la salvación es mantener la norma de la verdadera Fe. Pues es imposible que las palabras de nuestro Señor Jesucristo, quien dijo, “Tú eres Pedro, y sobre esta roca fundaré mi Iglesia” (Mt. 16:18), no puedan verificarse. Y su verdad ha sido probada por el curso de la historia, pues en la Sede Apostólica la religión católica se ha mantenido siempre sin mancha, y su enseñanza conservada santa.’

“Pues ellos entendieron plenamente que esta Sede de San Pedro siempre permanece intacta de cualquier error, de acuerdo a la divina promesa que nuestro Señor y Salvador hizo al príncipe de sus discípulos, ‘He orado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos’ (Lucas 22:32).”

“Ahora este carisma de la Verdad y de la nunca carente Fe fue conferida sobre San Pedro y sus sucesores en esta Sede, a fin de que pudieran cumplir su supremo oficio para la salvación de todos.”

Estas citas del Primer Concilio Vaticano nos recuerdan que el Papa es la única persona esencial en el ejercicio de la Iglesia Católica de la propiedad de su infalibilidad.

Ahora vamos a dejar un poco el escrito por Mons. Pivarunas, para especificar y exponer un poco más sobre la INFALIBILIDAD PONTIFICIA.

Para probar la verdad y racionalidad de esta doctrina, de la Infalibilidad, nos apoyaremos de las palabras mismas de nuestro Salvador, y del tribunal del sentido común.

Primero, vamos a considerar lo que no es la infalibilidad papal. Y muy por el contrario de lo que piensan muchas personas, esta infalibilidad no significa que el Papa esté inspirado. Los Apóstoles y los Evangelistas recibieron este don, y sus escritos son aceptados como palabra inspirada por Dios. Más la Iglesia no afirma que el Papa esté inspirado, o que reciba alguna revelación divina, estrictamente hablando.

Así, el Concilio Vaticano I declara: “Porque el Espíritu Santo no les fue prometido a los sucesores de Pedro, a fin de que ellos propaguen una nueva doctrina revelada, sino que, bajo la asistencia del Divino Espíritu, puedan preservar incólume, y explicar con toda fidelidad la revelación o depósito de la fe, trasmitido por los apóstoles”.

ALGUNOS LA CONFUNDEN LA INFALIBILIDAD PONTIFICIA CON LA IMPECABILIDAD. En segundo lugar, la infalibilidad no quiere decir que el Papa sea impecable o incapaz de culpabilidad moral. Muchos individuos tienen el hábito de referirse a algún pontífice cuyo carácter no se halla enteramente libre de faltas de esta naturaleza, diciendo: “he ahí un Papa que ha sido culpable de una mala acción. Eso prueba que él no era infalible y, por tanto, ningún Papa es infalible”.

Pero lo más admirable es que ciertos grupos que se dicen católicos en la tradición, ataquen de esto mismo al mismo San Pedro, primero con la triple negación de S. Pedro a Jesús antes de la Pasión; aunque después de la Resurrección el mismo Señor, lo perdonó, preguntándole tres veces “Pedro me amas” a lo cual San Pedro contesto afirmativamente, y ante tal respuesta Jesús, lo confirmó como pastor visible de su rebaño, diciéndole primero apacienta mis ovejas y después apacienta mis corderos y por último apacienta mis ovejas y mis corderos.

Pero claro está, que cuando se dio esa triple negación todavía no tenía San Pedro la Infalibilidad papal, sino después de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, pero aun así siguen con su necedad, esos grupos, diciendo que también S. Pedro se equivocó después de Pentecostés, puesto que él mismo fue reprendido por San Pablo, por no hacer la diferencia entre el judaísmo y el cristianismo, para ello, cabe señalar que ésta supuesta duda de S. Pedro no afecta a su infalibilidad, por la sencilla razón: de que la costumbre de la circuncisión, heredada por los apóstoles, debió ser dejada de lado, toda vez que no era necesaria para la salvación.

Todas estas objeciones que hacen los no católicos y ciertos grupos que se dicen católicos, no han acertado ni de lejos el significado de la infalibilidad.

De hecho, los Papas han sido, con pocas excepciones, hombres de mucha virtud, veintinueve de los primeros treinta murieron como mártires por la fe. Y de los 261 que han ocupado la silla de Pedro, 69 son honrados en los altares como santos, a causa de sus eminentes virtudes. Solamente 6 han podido ser acusados de graves culpas. Esta es una proporción bastante pequeña si consideramos que, de los doce Apóstoles escogidos directamente por Cristo, uno fue Judas Iscariote.

Con todo aun cuando una gran mayoría de los Pontífices hubieran sido malos, esto no habría menoscabado la prerrogativa de su infalibilidad; porque ésta les fue otorgada, no para mantenerlos en la virtud, sino para preservarlos de error en la enseñanza de los dogmas o verdades perennes de la Iglesia Católica.

Tenemos, por ejemplo, que un juez ha sido revestido por las leyes de nuestro país con cierto poder y autoridad. Si en su vida privada este juez comete alguna falta de orden moral, esto no quita la validez de sus decisiones judiciales.

Su autoridad no depende del carácter de su vida privada. Se le ha conferido por virtud del cargo que desempeña, en bien de la comunidad. Del mismo modo la infalibilidad fue conferida al oficio del Papado, en provecho de la sociedad, y no depende para nada de la conducta privada del Papa.

RECONOCE SUS FRAGILIDADES. El Papa reconoce tener las mismas debilidades a que están sujetos todos los demás hombres. Todas las mañanas al principiar la Misa, dice humildemente al pie del altar: “Yo pecador me confieso a Dios todopoderoso… que pequé gravemente en pensamiento, palabra y obra”.

Asimismo, al ofertorio de la Misa, ora: Recibe Padre santo, Dios omnipotente y eterno, esta Hostia inmaculada, que yo indigno siervo tuyo, te ofrezco por mis innumerables pecados, ofensas y omisiones”.

A pesar de su alto ministerio no pretende el Papa estar exento de las fragilidades y tentaciones que afligen al común de la humanidad. Ni se atribuye por un solo instante la impecabilidad, por virtud de la infalibilidad que está vinculada a su oficio.

En vista de todo esto, ¿no es extraño que los ministros protestantes traten de denigrar el dogma de la infalibilidad papal diciendo a sus seguidores que ha habido malos Papas?; pero lo más terrible, es que ciertos grupos que se dicen católicos, denigren este dogma, en su afán de defender lo indefendible, en la búsqueda de justificar las herejías de falsos Papas.

Y con ello, confunden maliciosamente la impecabilidad con la infalibilidad papal, porque una cosa muy diferente es la debilidad y fragilidad humana que están presentes en San Pedro y sus sucesores, y otra es la prerrogativa de la infalibilidad papal, que les fue otorgada, no para mantenerlos en la virtud, sino para precaverlos del error en la enseñanza de la revelación divina.

LA INFALIBILIDAD, NO SE TRATA DE CIENCIAS. En tercer lugar, la infalibilidad no significa que el Papa no pueda equivocarse tratándose de ciencias naturales, como física, geología, astronomía, o medicina, cosas que nada tienen que ver con el depósito de la verdad revelada.

Tampoco se refiere la infalibilidad a cuestiones de política, tales como la forma de gobierno que una nación debe de tener, o los candidatos que han de sostener los católicos. Por tanto, no restringe la libertad de la ciencia, ni se arroga la autoridad civil del estado.

Por último, la infalibilidad no quiere decir que el Papa esté inmune de error cuando habla como un maestro privado. En esto puede errar, aun cuando hable de fe y de moral.

VERDADERO SIGNIFICADO. ¿Qué es lo que significa entonces la infalibilidad Papal realmente? Significa: Cuando el Papa, oficialmente y con toda la autoridad de sucesor de San Pedro y como cabeza de la Iglesia universal, define para toda la Iglesia una doctrina de fe o de moral, entonces no comete error.

Tres condiciones se exigen, como se ve: 1.- El Papa debe hablar ex cátedra, es decir, desde la silla de San Pedro, en su capacidad oficial. 2.- Su decisión debe de aplicarse y obligar a toda la Iglesia. 3.- Debe referirse a materias de fe o de moral.

Por lo mismo, el Papa no tiene autoridad de establecer una nueva doctrina (como es el caso de los falsos Papas del Vaticano II). Porque, no es el autor de la revelación, sino solamente su intérprete y expositor. Por eso, no tiene autoridad para quebrantar la ley divina o cambiar un solo ápice de la Escritura. Sus funciones se limitan a trasmitir incólume a los hombres el divino depósito de la fe.

Ahora continuemos con el escrito de Mons. Pivarunas:

Como Ludwig Ott, STD, lo explica en su libro de teología dogmática, Principios Básicos de los Dogmas Católicos:

“Los posesores de la infalibilidad son:

A) El Papa: El Papa es infalible cuando habla ex cathedra (como ya se mostró arriba).

B) El episcopado entero: La totalidad de los obispos es infalible cuando, ya estén en asamblea en un Concilio general o esparcidos por toda la tierra, proponen una enseñanza de fe o moral para ser sostenida por todos los fieles.

Los Obispos ejercen su poder de enseñanza infalible de manera ordinaria cuando, en sus diócesis, en unión moral con el Papa, unánimemente promulgan las mismas enseñanzas sobre la fe y la moral. El Concilio Vaticano expresamente declaró que también las verdades de la Revelación, propuestas como tales por el oficio docente ordinario y general de la Iglesia, también han de ser firmemente sostenidas con “fe divina y católica”.

Sin el Papa, la Iglesia no puede ejercer su infalibilidad. Por esta razón la Ley Canónica legisla que un Concilio Ecuménico se suspende (ipso jure) en caso de la muerte del Papa. Se vuelve a reunir solamente después de la elección de un nuevo Papa.

Ahora bien, todas estas consideraciones nos llevan al tema principal de este escrito. ¿Qué ocurrió en el Segundo Concilio Vaticano de 1962 a 1965?

La respuesta es horrorosa. Después de dos años de trabajo de la Comisión Preparatoria, compuesta de Obispos y teólogos de alrededor del mundo, se reunieron 75 schemata (temas para discusión) para presentarse al Concilio, no obstante, por intervención de Juan XXIII, todos estos documentos fueron descartados y reemplazados por nuevos schemata.

De esto se lamentaban algunos Obispos, uno de ellos era, Marcel Lefebvre (quien era miembro de la Comisión Preparatoria):

“Ahora saben lo que ocurrió en el Concilio. Después de quince días desde su apertura, no quedó ni una de los esquemas ya preparados, ¡ni uno! Todos fueron rechazados, todos fueron condenados a la basura. Nada quedó, ni una sola oración. Todos fueron sacados… Después de quince días, nos quedamos sin preparación alguna. Realmente fue inconcebible.”

Ahora, ya era posible presentar el siguiente programa — el del ecumenismo y la libertad religiosa.

A pesar del hecho de que la Iglesia Católica había previamente condenado el falso ecumenismo (el diálogo inter-religioso y la comunión en el culto con los no-católicos), especialmente por el Papa Pío XI en la Mortalium Animos, y a pesar del hecho de que el Código de Derecho Canónico de 1917 había prohibido la communicatio in sacris (canon 1258) y consideraba sospechoso de herejía al que se involucrara en ella (canon 2315).

El Concilio Vaticano II, fomentaba el ecumenismo en su decreto Unitatis Redintegratio y en su declaración Nostra Aetate. Mientras que antes del Concilio, la Iglesia Católica siempre enseñó que la fe católica era la única y verdadera religión revelada por Dios, ahora el Concilio abría sus puertas de salvación a todas las demás religiones — protestantes e infieles (hinduismo, budismo, islamismo, judaísmo, etc.) por igual.

Ahora la nueva misión de la Iglesia, de acuerdo al Vaticano II, es promover lo bueno que se halle en estas falsas religiones. No haciendo referencia a la conversión a la verdadera Fe.

Siguiendo al Concilio, se hizo necesario que los innovadores liberales se deshicieran del Santo Sacrificio de la Misa, pues planteaba una barrera para los protestantes. En el nombre del ecumenismo, seis teólogos protestantes representantes del Concilio Mundial de Iglesias, la iglesia luterana, la iglesia anglicana y la iglesia presbiteriana participaron activamente en la comisión especial establecida por Paulo VI para re-escribir la Misa.

El resultado final de esta comisión, como ya sabemos, fue el Novus Ordo Missae — el Nuevo Ordinario de la Misa — el cual por ningún motivo representa el Sacrificio propiciatorio del Calvario, si no, como la definieron ellos, usando las palabras del mismo Lutero, “la Cena del Señor.”

En los últimos años, después del Vaticano II, la moderna jerarquía ha promulgado diariamente en sus “enseñanzas ordinarias y universales” estos evidentes errores. De forma regular, Juan Pablo II reitera una y otra vez los falsos y francmasónicos principios de la libertad religiosa y práctica el falso ecumenismo, no sólo con protestantes, sino también con infieles.

¿Cómo puede representar la moderna jerarquía el magisterio infalible de la Iglesia Católica? ¿Cómo pueden los “papas” del Vaticano II representar la roca sobre la cual Cristo fundó su Iglesia? ¿Puede aplicarse las palabras del Concilio Vaticano I “en las enseñanzas de la Sede Apostólica la religión católica se ha mantenido siempre sin mancha” y “¿esta Sede de San Pedro siempre permanece intacta de cualquier error,” a la jerarquía moderna?

¿Qué, entonces, ha ocurrido en la Iglesia Católica? La respuesta se encuentra en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses de San Pablo:

“El día del Señor no vendrá sin que antes venga la Apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición… que se sienta en el templo de Dios, haciéndose pasar por Dios” (II Tes. 2:3-4).

En las instrucciones del Gran Oriente Francmasónico, el Alta Venta, su plan fue claramente delineado para infiltrar la Iglesia Católica en sus más altos niveles, hasta la misma Silla de Pedro. Estos son extractos de El Gran Oriente Francmasónico Desenmascarado, por Mons. George F. Dillon, D.D:

“Ahora; a fin de asegurarnos un Papa en la manera requerida, es necesario modelar para ese Papa una generación merecedora del reino que nosotros soñamos. Dejar por un lado a la vejez y la madurez, e ir por la juventud, y, si fuere posible, hasta por la infancia.

“En unos años el joven clero habrá, por la fuerza de los eventos, invadido todas las funciones. Ellos gobernarán, administrarán y juzgarán. Ellos formarán el concilio del Soberano. Ellos serán llamados para escoger al Pontífice reinante; y ese Pontífice, como la gran parte de sus contemporáneos, necesariamente estará imbuido con los principios italianos y humanitarios que estamos por poner en circulación.

“Buscad al Papa que nosotros retratamos. ¿Queréis establecer el reino de los escogidos sobre el trono de la prostituta de Babilonia? Dejad que el clero marche bajo vuestra bandera, siempre en la creencia de que marchan bajo la bandera de las Llaves Apostólicas.

¿Deseáis causar la desaparición del último vestigio de la tiranía y la opresión? Arrojad las redes como Simón, hijo de Jonás. Pero en lugar de que sea a las profundidades del mar, arrojadlas a las profundidades de las sacristías, los seminarios, y los conventos, y, si no os precipitáis en nada, ganaréis una carga de pescados más milagrosa que la de él… Habréis pescado una Revolución en Tiara y Capa pluvial, marchando con Cruz y estandarte — una Revolución que sólo necesita un pequeño piquete para incendiar las cuatro esquinas del mundo.”

Hoy somos testigos de una formación rápida de un Nuevo Orden Mundial bajo las auspicias de las Naciones Unidas, pero no puede haber duda de que la O.N.U. tiene su contraparte en la moderna Iglesia Conciliar del Vaticano II.

Quiera Dios. que podamos permanecer firmes en la verdadera Fe, pues “quien perseverare hasta el final, ese se salvará” (Mt. 24:13). Hasta aquí el escrito de Mons. Pivarunas.

Este estudio que se ha hecho del Papado, es para dar luz, en estos tiempos de apostasía y tinieblas, que nos ha tocado vivir.

Por último, espero en Dios, que todo lo expuesto, le sirva, y oriente a todo y sensato fiel católico de buena fe.

Para la elaboración de este escrito, nos respaldamos en los siguientes libros: “Catecismo Romano “traducción de Pedro Martín Hernández; “Tratado Completo de Religión” de Cayetano Soler, Pbro.; “La Iglesia Católica sus Doctrinas Enseñanzas y Practicas” por el Rev. Padre Juan A. O´Brien Doctor en Filosofía; y la Carta Pastoral de Mons. Pivarunas sobre el “Papado” del 29 de junio de 1997.

Sinceramente en Cristo

Mons. Martín Dávila Gándara

Obispo en Misiones

Sus comentarios a obmdavila@yahoo.com.mx