El Misterio de la Resurrección de Jesucristo

“Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en Él”

El misterio de la Resurrección es un misterio de la alegría, de esperanza y de gloria; por eso la Iglesia nos invita a regocijarnos en el Señor.

Cristo, nuestra cabeza, murió en la cruz; resucitó, como había predicho, y vivirá eternamente. Este misterio nos fortalece y nos ilumina; santifica y consuela nuestra vida aquí en la tierra.

LA RESURRECCION DE NUESTRO SEÑOR ES EL FUNDAMENTO DE NUESTRA FE

1o. La Resurrección de Nuestro Señor es el mayor de todos sus milagros; sólo un Dios puede resucitarse a sí mismo, esto mismo nos dice Cristo en S. Juan X, 18:“Soy dueño de dar la vida y de recobrarla” cuando me place. Este milagro, es una prueba de la divinidad de Jesucristo. Toda la doctrina cristiana, toda nuestra santa Religión se funda sobre este gran hecho, hecho histórico públicamente comprobado.

2o. Por eso, desde el día de Pentecostés, San Pedro y los Apóstoles, encargados de predicar a todos y por todas partes a Jesucristo y su doctrina, se apoyan primeramente sobre este hecho único: donde atestiguan que su Maestro resucitó.

Todos vosotros habéis conocido a Jesús Nazaret, dijo San Pedro a los judíos, y vosotros le habéis hecho morir; pues bien, ha resucitado, como Él lo había anunciado, y nosotros somos testigos de su resurrección, y Dios lo ha constituido Señor y Cristo. Arrepentíos y haceos bautizar en el nombre de Jesucristo resucitado y glorioso (Hech., II, 22, 23 y 36; III, 15; II, 38)

3o. Dice San Pablo: “Si Cristo no resucitó, luego vana es nuestra predicación y vana es también vuestra fe” (I Cor., XV, 14). En tal caso, ni hay Redentor ni redención; no hay justificación ni vida futura; serían falsas la Escrituras, ¡el mismo Dios nos habría engañado!

Pero, por el contrario, si Jesucristo resucitó verdaderamente, es Dios todopoderoso; por tanto, su doctrina es verdadera y celestial, y nosotros debemos creerla. Por lo mismo sus preceptos son divinos, y estamos obligados a someternos a ellos.

Por último, hagamos, pues, un acto de fe en la resurrección de Cristo; adorémosle y aprovechémonos de todos los bienes espirituales que hemos recibido, ya que deben ser consecuencia de esta resurrección hasta el fin de los tiempos.

Gran parte de este escrito esta tomado del libro “Archivo Homilético” de J. Thiriet- P. Pezzali.