Siendo la santa Misa, el sol del mundo cristiano, el alma de la fe, el centro de la Religión católica, hacia el cual convergen todos los ritos, todas las ceremonias y todos los Sacramentos; en una palabra, el compendio de todo lo bueno, de todo lo bello que hay en nuestra religión.
Por esta razón me es sumamente necesario, que por medio este escrito expongamos todo lo que enseña la Santa Iglesia Católica en lo referente al santo sacrificio de la Misa.
Analizaremos primero la naturaleza de este santo sacrificio:La Misa es el sacrificio de la Nueva ley, en el cual se renueva, bajo las especies de pan y vino, el sacrificio de la Cruz para aplicarnos sus méritos.El sacrificio de la Misa fue instituido en la última Cena, cuando Cristo convirtió el pan y el vino en su cuerpo y sangre, ordenando a los Apóstoles que hicieran otro tanto en su memoria.El hecho de que los Apóstoles celebraban la Santa Misa se desprende de estas palabras de S. Pablo: “Tenemos un altar del cual no pueden comer los que sirven al tabernáculo”, es decir, los judíos (Hebreos, XIII, 10). De donde resulta que los cristianos tenían un altar, y en consecuencia un sacrificio, distinto del de los judíos, que no podían participar en él.
También es importante considerar que el sacrificio de la Misa era necesario: a) para tener un perpetuo recuerdo del sacrificio de nuestra Redención; b) Para que mediante él se nos apliquen los méritos del sacrificio de la Cruz.“Los efectos de la Pasión de Cristo para todo el mundo, la Eucaristía los debe realizar para cada individuo”, dice S. Tomás. De modo que en la Misa aplican a cada hombre los méritos que Cristo adquirió en la Cruz para la humanidad en general.
Las principales diferencias entre la Eucaristía como sacramento y como sacrificio son: a)La Eucaristía como Sacramento ha sido instituida para el alimento de nuestras almas; como sacrificio, para darle a Dios la gloria y reparación debidas; b)como sacramento es permanente; como sacrificio es una acción transitoria; c)como sacramento, exige una sola especie (sólo la hostia se nos da en la comunión y se guarda en el sagrario); como sacrificio exige ambas especies.Ahora veremos como la Santa Misa es un Verdadero Sacrificio.
El sacrificio de la Misa fue anunciado por el profeta Malaquías con estás palabras: “No está mi voluntad con vosotros, dice el Señor de los ejércitos (dirigiéndose al pueblo judío), ni recibiré sacrificio de mano vuestra. Desde donde nace el sol hasta el ocaso, grande es mi nombre entre las gentes, y en todo lugar se sacrifica y se ofrece a mi nombre una hostia pura”. (M. I, 10).
Esta profecía se refiere a la Misa. En efecto: a) no se trata de los sacrificios de la Ley Mosaica, puesto que Dios los desecha: “No está mi voluntad con vosotros, ni recibiré sacrificio alguno de vuestra mano”. b) Tampoco de los sacrificios gentiles, puesto que habla de “ofrenda pura”. c)Ni del sacrificio de la Cruz, pues éste verificó en un solo lugar; y el profetizado se verificará “en todo lugar, desde donde nace el sol hasta el ocaso”. d) Se trata pues de la Santa Misa, en la cual se ofrece y sacrifica a Dios en todos los lugares del mundo una ofrenda pura y sin mancha.
Encontramos en la santa Misa los elementos esenciales al sacrificio: a)Ofrenda de una cosa sensible: a saber el cuerpo y la sangre de Cristo hechos sensibles bajo las especies del pan y el vino. b)Ministro legítimo. El principal es Jesucristo; sólo él puede decir: “Este es mi cuerpo, esta es mi sangre”. El sacerdote es el ministro secundario que hace visiblemente sus veces.
c)Inmolación. Cristo se inmola en la Misa místicamente, en cuanto se presenta con carácter de víctima. d)En honor de Dios. Porque la Misa es un acto de latría para rendir al Altísimo homenaje de adoración.
Esta inmolación de Cristo en la Misa es mística, pues El no puede ya padecer ni morir en realidad; y consiste: a) en que se presenta como víctima inmolada; b) en que aparece en estado de muerte; c) en que la víctima se consume.
1.- Se presenta: a) como víctima, porque se nos muestra en estado de profunda humillación, muy distinto de su gloria en el cielo; b) como víctima inmolada, porque aunque no sufra en la Eucaristía muerte real, sí evoca y reproduce su inmolación de antes.
2.- Aparece en estado de muerte mística porque su cuerpo aparece místicamente separado de su sangre, ya que en fuerza de las palabras de la consagración, sólo su cuerpo está presente en la Hostia, y sólo su sangre en el cáliz consagrado.
En la Misa hay dos consagraciones diferentes; y hay separación entre las dos especies. Y tiene tanta importancia la representación sacramental de la muerte de Cristo por esta separación mística entre su Cuerpo y su Sangre, que la Iglesia nunca permite la consagración de una sola especie.
3.- La víctima se consume, porque la santa comunión pone fin a la existencia sacramental de Cristo.
Ya hemos visto en efecto que Jesucristo deja de existir sacramentalmente, esto es, que desaparece su cuerpo, al consumirse las especies.
Ahora veremos porque la santa Misa es el Mismo que el sacrificio de la Cruz.
La Misa no es una simple representación, sino que es una renovación del sacrificio de la Cruz.
El Concilio de Trento enseña que el sacrificio de la Misa es esencialmente el mismo de la Cruz, aunque hay diferencias en el modo de ofrecerlo.
1.- Es esencialmente el mismo, porque en ambos: a) es una misma la víctima; b) uno mismo el sacrificador: Cristo en cuanto Hombre-Dios; c) unos mismos los fines: honrar y desagraviar a Dios.
2.- Las diferencias entre ambos sacrificios son tres principales: a) Cristo en la Cruz se ofreció de modo cruento, esto es, con derramamiento de sangre; en la Eucaristía de modo incruento; b) en la Cruz se ofreció visiblemente y por sí mismo; en la Misa invisiblemente y por manos del sacerdote; c) en la Cruz mereció en general por todos los hombres; en la Misa aplica a cada persona en particular los frutos de su muerte.
Miremos ahora la relación de la Misa y la ultima Cena.
Hay también una íntima relación entre la Misa y la última Cena, porque ésta fue la primera Misa, celebrada por el mismo Cristo; y porque las demás Misas no son sino el cumplimiento de las palabras que entonces pronunció: “Haced esto en mi memoria”. (S. Lucas, XXII, 19).
La consagración del pan y del vino hecha en la última Cena tuvo principalmente carácter de sacramento, porque lo que Cristo pretendió especialmente fue darse como alimento, pero tuvo también carácter de sacrificio. En efecto, si la víctima no fue inmolada en ese momento, sí fue ofrecida para ser inmolada en la Cruz. Esto se desprende claramente de las palabras de Cristo: “Este es mi cuerpo que será entregado por vosotros. Esta es mi Sangre que será derramada por vosotros”. (S. Lucas, XXII, 19 y 20). Se ve pues, que su Cuerpo y su Sangre tuvieron ya carácter de víctima inmolada; y por eso si la Misa es la renovación del Sacrificio de la Cruz, la última Cena fue la anticipación de él.
Los Fines de la Misa son: LATRÉUTICO, EUCARÍSTICO, PROPICIATORIO Y IMPETRATORIO.
FIN LATRÉUTICO. El fin principal de la Misa es dar a Dios la adoración y honra que le son debidas, reconociendo su infinita grandeza y poder; y nuestra nada y dependencia de El. Esta verdad debemos reconocerla exteriormente, y éste es el fin del Sacrificio. La destrucción de una cosa en honor de Dios equivale a reconocer su poder de vida y muerte sobre nosotros.
La Misa se ofrece a solo Dios, por ser acto de latría. El celebrarla en honor de María y de los Santos sólo indica que se le da gracias a Dios por los favores que les otorgó y se le piden otros nuevos por su intercesión.
La Misa llena de manera perfectísima este deber de adoración. En efecto, no es posible reconocer mejor la infinita grandeza de Dios, ni su dominio supremo, que por el sacrificio de la vida de un Hombre-Dios.
FIN EUCARÍSTICO. El fin eucarístico de la Misa consiste en que le da gracias a Dios por todos los beneficios de orden natural y sobrenatural que hemos recibido de El; Beneficios de orden natural: la vida, la salud, la inteligencia y demás facultades, el tiempo, etc., En el sobrenatural, la Encarnación, Redención, Eucaristía, gracia, perdón, sacramentos, derecho al cielo, fuera de muchas gracias y favores de orden personal.
La Misa realiza de una manera excelente el deber de agradecimiento, pues si los dones que recibimos de Dios son valiosísimos, el agradecimiento que Cristo le tributa en la Misa es infinito.
Unámonos con Cristo en la santa Misa para agradecerle a Dios todos sus favores. S. Agustín enseña que “El culto de Dios consiste principalmente en mostrarnos agradecidos con El”. Y S. Ireneo, que “La Misa nos libra de ser ingratos para con Dios”. En la Misa le rendimos igualmente a Dios un culto de alabanza digno de El, reconociendo en especial su poder, sabiduría y amor, que de modo tan patente lucen en la Eucaristía.
FIN PROPICIATORIO. La Misa es sacrificio propiciatorio en un doble sentido: en cuanto perdona el pecado, y en cuanto satisface la pena debida por él. Sabemos que la Misa perdona los pecados por la enseñanza de Cristo y de la Iglesia; a) Cristo entregó el cáliz diciendo: “Esta es mi sangre que será derramada por la remisión de los pecados” (S. Mat., XXVI, 28). Y el Concilio de Trento enseña: “Aplacado el Señor por esta oblación, concediendo la gracia y el don de la penitencia, perdona todos los pecados, por grandes que sean”; b)Muchos textos de la Escritura nos muestran la virtud purificadora de la sangre de Cristo. así dice S. Pablo: “La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia”. Y S. Juan: “Cristo es propiciación por nuestros pecados”. (Hebreos, IX, 14; I Jn., II, 2). Remite también la Misa la pena del pecado, pues lo méritos de Cristo, que en ella se nos aplican, no tienen limitación.
El Concilio de Trento enseña: “La Misa se ofrece por vivos y difuntos para perdón y satisfacción de sus pecados”. A los vivos les perdona los pecados, excitando en ellos la contrición. A las benditas almas, no les puede perdonar los pecados pues ya pasó para ellas el tiempo de remisión, pero sí les perdona la pena temporal, disminuyendo el tiempo y los sufrimientos del purgatorio.
FIN IMPETRATORIO. La Misa tiene la eficacia para obtenernos gracias y favores, porque Cristo, que en ella se inmola; “es siempre escuchado en razón de su dignidad”, como dice S. Pablo. (Hebreos, V, 7). Si nos prometió que lo que pidiéramos en su nombre, nos lo concedería, mucho más lo que pidamos en unión de su sacrificio. Este poder de la Misa es general; y para obtener gracias particulares, debemos especificarlas.
Sobre la Excelencia de la Santa Misa.
La excelencia de la Misa deriva de que es una renovación de la última Cena y del sacrificio de la Cruz. Esta sola consideración nos prueba que no puede haber nada más grande, más santo y más sublime; y a movernos a oírla con sumo respeto y piedad.
Debemos meditar con frecuencia estas palabras del Concilio de Trento: “Necesariamente confesamos que ninguna otra cosa puede haber para el cristiano tan santa, ni tan divina como este tremendo misterio, en que todos los días se ofrece a Dios en su sacrificio por los sacerdotes en el altar aquella hostia vivificante por la que fuimos reconciliados con Dios Padre”.
Si todo en la Religión gira alrededor del sacrificio, fácilmente comprendemos cómo todo en el catolicismo gira alrededor de la Eucaristía. Es de todo imposible que el Protestantismo y el Modernismo que niegan la Eucaristía como sacramento y como sacrificio, sean la verdadera religión cristiana.
Por lo todo lo aquí expuesto, debe de motivarnos a estimar en mucho la santa Misa, porque no puede haber nada más honroso para Dios, ni más provechoso para nosotros. Y decimos que es muy honroso para Dios, debido a que la santa Misa tributa y da una honra digna de El. Y si decimos que también es muy provechoso para nosotros, porque ella encierra grande eficacia para mover a Dios a compasión y misericordia, ya que encierra la misma sangre de su Hijo, derramada por nosotros. Y por su medio nos concede perdón y perseverancia y toda suerte de gracias y favores.
Claro esta, que todas estas maravillas que se han expuesto, solamente se pueden verificar en la Misa instituida por Nuestro Señor Jesucristo y como tal codificada por el Concilio de Trento, que es la Misa de siempre; ya que la misa del Vaticano II, la Nueva Misa fue promulgada por Pablo VI con la ayuda de seis ministros protestantes. No es la Misa católica de siempre, por todas las modificaciones substanciales que se hicieron en ella, así como lo afirman los Cardenales Ottaviani, Bacci, cuando apareció la Nueva Misa en 1969. “El Novus Ordo [el nuevo orden de la Misa] representa, tanto en su conjunto como en sus detalles, una notable desviación de la teología católica de la Misa tal como fue formulada en la sesión 22 del Concilio de Trento”. Ellos pudieron ver con claridad que la versión latina de la Nueva Misa era una desviación notable de la enseñanza del Concilio de Trento. De las doce oraciones del ofertorio de la Misa tradicional, sólo dos se conservan en la Nueva Misa. Las oraciones eliminadas del ofertorio son las mismas que eliminaron los herejes protestantes Martín Lutero y Thomas Cranmer.
Un estudio de las características y las oraciones de la Misa de siempre versus la Nueva Misa revela una masacre de la fe tradicional. La Misa de siempre contiene 1182 oraciones. Cerca de 760 de ellas fueron retiradas completamente de la Nueva Misa. Aproximadamente el 36% de lo que se mantuvo, los revisores alteraron más de la mitad antes de introducirlas en el nuevo Misal. Por lo tanto, solo el 17% de las oraciones de la Misa tradicional se mantuvieron intactas en la Nueva Misa. Lo que también llama la atención es el contenido de las modificaciones que se hicieron a las oraciones. Las oraciones tradicionales que describen los siguientes conceptos fueron específicamente abolidos con el nuevo Misal: la depravación del pecado; los lazos de la maldad; la grave ofensa del pecado; el camino a la perdición; el terror ante la furia del rostro de Dios; la indignación de Dios; los golpes de su ira; la carga del mal; las tentaciones; los malos pensamientos; los peligros para el alma; los enemigos del alma y del cuerpo. También se eliminaron las oraciones que describen: la hora de la muerte; la pérdida del cielo; la muerte eterna; el castigo eterno; las penas y el fuego del infierno. Se hizo especial énfasis en suprimir en la Nueva Misa las oraciones que describen el desapego del mundo; las oraciones por los difuntos; la verdadera fe y la existencia de la herejía; las referencias a la Iglesia militante, los méritos de los santos, los milagros y el infierno. Se pueden ver los resultados de esta masacre en la fe tradicional de lo que caracteriza la Nueva Misa.
Además de todos estos problemas con la Nueva Misa, aparece uno aún mayor. El mayor problema de la Nueva Misa es que no es válida. Jesucristo no está presente en la Nueva Misa porque la Nueva Misa ha alterado las palabras mismas de la consagración.
El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1439: “Todos estos sacramentos se realizan por tres elementos: de las cosas, como materia; de las palabras, como forma, y de la persona del ministro que confiere el sacramento con intención de hacer lo que hace la Iglesia. Si uno de ellos falta, no se realiza el sacramento”.
El problema con la validez de la Nueva Misa está en la forma, las palabras necesarias para realizar el sacramento de la eucaristía. La forma necesaria para realizar la eucaristía en el rito romano fue declarada por el Papa Eugenio IV en el Concilio de Florencia.
El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, 1441: “…la Iglesia Romana, fundada en la autoridad y doctrina de los Apóstoles (…) En la consagración del cuerpo, usa de esta forma de palabras: ESTE ES MI CUERPO; y en la de la sangre: PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, DEL NUEVO Y ETERNO TESTAMENTO, MISTERIO DE FE, QUE POR VOSOTROS Y POR MUCHOS SERÁ DERRAMADA EN REMISIÓN DE LOS PECADOS”.
En el decreto De Defectibus del Papa San Pío V, encontramos las mismas palabras repetidas: El Papa San Pío V, De Defectibus, capítulo 5, 1 parte: “Las palabras para la consagración, que son la FORMA para este Sacramento, son estas: ESTE ES MI CUERPO; y: PORQUE ÉSTE ES EL CÁLIZ DE MI SANGRE, DEL NUEVO Y ETERNO TESTAMENTO, MISTERIO DE FE, QUE POR VOSOTROS Y POR MUCHOS SERÁ DERRAMADA EN REMISIÓN DE LOS PECADOS. Ahora bien, si uno fuera a quitar, o alterar lo que sea en la FORMA de la consagración del Cuerpo y la Sangre, y en que la alteración misma de las palabras de la [nueva] redacción dejaría de significar lo mismo, aquel no consagraría el sacramento”.
Esta enseñanza aparece en la parte frontal de cada Misal del altar romano desde 1570 hasta 1962. Podemos ver las mismas palabras mencionadas por el Concilio de Florencia que son declaradas necesarias por el Papa San Pío V. Por ello, todas estas palabras de la consagración aparecen destacadas en el Misal del altar romano tradicional, y es la razón de por qué el Misal romano instruye al sacerdote que debe sostener el cáliz hasta que se hayan pronunciado todas estas palabras.
La enseñanza del Papa San Pío V afirma que si se cambian las palabras de la consagración de manera que el significado sea alterado, el sacerdote no realiza el sacramento. En la Nueva Misa, las palabras de la consagración han sido cambiadas drásticamente y el significado ha sido alterado.
En casi todas las traducciones vernáculas de la Nueva Misa en el mundo, las palabras de la consagración se leen como sigue: FORMA DE LA CONSAGRACION DE LA NUEVA MISA “PORQUE ÉSTE ES MI CUERPO. Porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y POR TODOS LOS HOMBRES PARA EL PERDÓN DE LOS PECADOS”.
Las palabras “por vosotros y por muchos para la remisión de los pecados”, han sido cambiadas por vosotros y por todos los hombres para la remisión de los pecados. La palabra “muchos” ha sido eliminada y reemplazada por la palabra “todos”. Este cambio enorme invalida a todas las Misas nuevas. En primer lugar, la palabra muchos fue utilizada por Jesucristo en la institución del sacramento de la eucaristía, como vemos en Mateo 26, 28: “ésta es mi sangre de la alianza, que será derramada por muchos para remisión de los pecados”. Las palabras usadas por Nuestro Señor, “por muchos para remisión de los pecados” representa la eficacia de la sangre que derramó Jesús. La sangre de Jesús es eficaz para la salvación de muchos, no de todos los hombres. En la explicación de esto, el Catecismo del Concilio de Trento se declara específicamente que ¡Nuestro Señor no quiso decir “todos” y por lo tanto, no lo dijo!
El Catecismo del Concilio de Trento, Sobre la forma de la Eucaristía, p. 173: “Respecto a las palabras que se añaden: Por vosotros y por muchos, las primeras están tomadas de San Lucas y las otras de San Mateo, pero que las juntó seguidamente la Santa Iglesia, instruida por el espíritu de Dios; y son muy propias para manifestar el fruto y las ventajas de la pasión. Porque, si atendemos a su valor, habrá que reconocer que el Salvador derramó su sangre por la salvación de todos; pero si nos fijamos en el fruto que de ella sacan los hombres, sin dificultad comprenderemos que su utilidad no se extiende a todos, sino únicamente a muchos.
Luego, cuando dijo: por vosotros, dio a entender, o a los que estaban presentes, o a los escogidos del pueblo judío, cuáles eran sus discípulos, excepto Judas, con los cuales estaba hablando. Y cuando dijo: por muchos, quiso se entendieran los demás elegidos de entre los judíos o los gentiles. MUY SABIAMENTE, PUES, OBRÓ NO DICIENDO “POR TODOS”, puesto que entonces sólo hablaba de los frutos de su pasión, la cual sólo para los escogidos produce frutos de salvación”.
El uso de “todos” cambia el sentido de la forma de la consagración. Nadie, ni siquiera un Papa, puede cambiar las palabras que Jesucristo específicamente instituyó para un sacramento de la Iglesia.
El Papa Pío XII, Sacramentum Ordinis, # 1, 30 de noviembre de 1947: “… ningún poder compete a la Iglesia sobre “la sustancia de los sacramentos”, es decir, sobre aquellas cosas que, conforme al testimonio de las fuentes de la revelación, Cristo Señor estatuyó debían ser observadas en el signo sacramental…”
Puesto que “todos” no significa lo mismo que “muchos”, el sacramento no se realiza en la Nueva Misa.
Por último, espero en Dios, que toda esta información, le pueda ser suma utilidad, para su conservación de su fe católica.