Nuestra Señora de Guadalupe

SOBRE LA FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE.

NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPEEste 12 de Diciembre como cada año festejamos con gratos recuerdos las cinco apariciones de la Santísima virgen María Madre de Dios y Reina del cielo a Juan Diego y en él a todo México y a toda América; es por eso que hoy en estos tiempos como antaño en el tiempo de sus apariciones necesitamos de su ayuda, luz y protección para aplastar la cabeza del dragón infernal y su reinado.

Hace casi 500 años la Santísima Virgen de Guadalupe como madre de Dios y del genero humano vino a sacar de las tinieblas y de la barbarie más terrible a nuestros antepasados trayéndoles la luz de la fe católica y las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y vino también a darle su bendición a la fusión de sangres en el mestizaje a la nueva raza hispanoamericana.

No han pasado cinco siglos y otra vez se hace patente el yugo de satanás hundiendo nuevamente a nuestro país y a todo el mundo en la oscuridad y en una mayor barbarie y horrible ingratitud debido al desprecio del evangelio y de la fe, y los valores cristianos.

Es por eso que todos los creyentes católicos mexicanos tenemos que retomar la fidelidad a la fe y valores cristianos y por medio del sacrificio y penitencia y una ferviente devoción a la Santa Misa y al santo Rosario, todo ello acompañado con la frecuencia de sacramentos para poder desagraviar a la dignidad de Dios y pagar amor por amor, el amor que siempre nos ha demostrado Nuestra Santa madre la Santísima Virgen de Guadalupe.

Ahora pasemos a recordar como la Virgen Santísima se apareció en el Tepeyac al indio Juan Diego en 1531. Como prueba de su visita la Virgen milagrosamente hizo que en aquel lugar aparecieran preciosas rosas de Castilla y que su imagen se quedara permanentemente en la tilma de su siervo. Ya en España existía la advocación a la Virgen de Guadalupe en Cáceres y en La Gomera.

La milagrosa imagen de la Virgen de Guadalupe se venera en México (y en todo el mundo) con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen bajo esta advocación son tan extraordinarios que no se puede menos que exclamar: “El poder divino está aquí.” Dios Todopoderoso se complace en derramar sus dones por medio de aquella a quien El escogió para ser su madre.

Historia: El sábado 9 de diciembre de 1531, el indio Juan Diego, recién convertido a la fe católica, se dirigió al templo para oír Misa. Al pie de un cerro pequeño llamado Tepeyac vio una nube blanca y resplandeciente y oyó que lo llamaban por su nombre. Vio a una hermosa Señora quien le dijo ser “la siempre Virgen María Madre de Dios” y le pidió que fuera donde el Obispo para pedirle que en aquel lugar se le construyera un templo. Juan Diego se dirigió a la casa del obispo Fray Juan de Zumárraga y le contó todo lo que había sucedido. El obispo oyó con admiración el relato del indio y le hizo muchas preguntas, pero al final no le creyó.

De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el obispo, luego de oir a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. Al día siguiente Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano.

Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. María le dijo que subiera a latilma-juan-diego cumbre del cerro donde halló rosas de Castilla frescas y poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó al obispo. Una vez ante Monseñor Zumarraga Juan Diego desplegó su manta, cayeron al suelo las rosas y en la tilma estaba plasmada con lo que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio.

Varios papas han honrado y venerado esta santa y milagrosa imagen entre ellos; San Pío X la proclamó como “Patrona de toda la América Latina”, Pío XI de todas las “Américas”, Pío XII la llamó “Emperatriz de las Américas”.

Los pueblos mesoamericanos desde tiempos remotos ya veneraban en el cerro del tepeyac a una deidad llamada Tonantzin (que quiere decir Nuestra Madrecita), por esta razón, fue más fácil que asimilarán el mensaje traído por la Virgen María como verdadera Madre de Dios y Madre nuestra.

El nombre de “SIEMPRE VIRGEN SANTA MARÍA DE GUADALUPE” ella misma lo dio a Juan Bernardino, tío de Juan Diego, cuando se le apareció para sanarle de sus enfermedades.

Pasemos a la: INTERPRETACIÓN DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE GUADALUPE.

Cabello: Lleva el cabello suelto, lo que entre los aztecas es señal de virginidad. Es Virgen y Madre.

Rostro: Su rostro es moreno, ovalado y en actitud de profunda oración. Su semblante es dulce, fresco, amable, refleja amor y ternura, además de una gran fortaleza.

Manos: Sus manos están juntas en señal de recogimiento, en profunda oración. La derecha es más blanca y estilizada, la izquierda es morena y más llena, podrían simbolizar la unión de dos razas distintas.

Embarazo: Su gravidez se constata por la forma aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor prominencia vertical que transversal, corresponde a un embarazo casi en su última etapa.

Edad: Representa a una joven que su edad aproximada es de 18 a 20 años.

Estatura: La estatura de la Virgen en el ayate es de 1.43 centímetros.

El Cinto: El cinto marca el embarazo de la Virgen. Se localiza arriba del vientre. Cae en dos extremos trapezoidales que en el mundo náhuatl representaban el fin de un ciclo y el nacimiento de una nueva era. En la imagen simboliza que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el viejo como para el nuevo mundo.

Los Rayos: La Virgen esta rodeada de rayos dorados que le forman un halo luminoso o aura. El mensaje transmitido es: ella es la Madre de la luz, del Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero, ella lo hace descender hacia el “centro de la luna” (México de nátuahl) para que allí nazca, alumbre y dé vida.

La Luna: La Virgen de Guadalupe esta de pie en medio de la luna, y no es casual que la palabra México en nátuahl son “Metz – xic – co” que significan “en el centro de la luna”. También es símbolo de fecundidad, nacimiento, vida. Marca los cilos de la fertilidad femenina y terrestre.

La Flor: La flor de cuatro pétalos o Nahui Ollin: es el símbolo principal en la imagen de la Virgen, es el máximo símbolo nátuahl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del espacio y del tiempo.

En la imagen presenta a la Virgen de Guadalupe como la Madre de Dios y marca el lugar donde se encuentra Nuestro Señor Jesucristo en su vientre.

El ángel: Un ángel esta a los pies de la Guadalupana con ademán de quien acaba de volar.

 Las alas son como de águila, asimétricas y muy coloridas, los tonos son parecidos a los del pájaro mexicano tzinitzcan que Juan Diego recordó, anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe.

Sus manos sostienen el extremo izquierdo de la túnica de la Virgen y el derecho del manto.

Milagros y análisis científicos

La tilma es una pieza fabricada con fibra de maguey, el manto consta de dos partes, en el centro se puede distinguir una costura de hilo del mismo origen que las mantiene unidas. Sus medidas son aproximadamente 1,66 metros de largo por 1,05 de ancho.

Llama la atención para los expertos textiles como la manta que estuvo expuesta directamente al medio ambiente, el polvo, insectos y la intensa humedad; hubiera creado una especie de protección natural durante al menos los 116 primeros años de su exposición, posteriormente fue protegida por una urna de cristal. Es casi imposible que una capa que suele tener una duración máxima de veinte años, se conserva intacta y con aquella viveza en sus colores después de más de 470 años.

Tampoco se explica como a resistido los negros vapores de infinidad de candelabros y lámparas que ardían día y noche a escasa distancia de la impronta. Además la tilma ha sufrido la continua frotación de cientos de miles de estampas, distintivos, banderas, escapularios, medallas y manos; sin afectarla en lo más mínimo.

En 1791 mientras un orfebre limpiaba el marco de oro y plata que protege la imagen, un frasco de ácido nítrico se derramó accidentalmente sobre la parte superior de la tilma, según los especialistas la caída de este ácido corrosivo hubiera provocado una considerable destrucción al tejido; pero nada de esto sucedió.

Aparece eso sí, una mancha amarilla que está desapareciendo con el tiempo. Asimismo, en la mañana del 14 de noviembre de 1921, un obrero depositó un ramo de flores cargado con dinamita en el altar mayor de la antigua basílica; la bomba hizo impacto a escasos metros de la urna. La explosión demolió las gradas de mármol del altar mayor, los candelabros, floreros, ventanales de las casas vecinas y un Cristo de latón se dobló; pero para sorpresa de todos, ni siquiera el cristal que cubría la imagen de la Virgen sufrió ningún daño.

En el año 1785 se fabricaron don copias de la Virgen Morena, con los mismos materiales y por los mejores pintores de la época ; sin embargo las reproducciones no fueron iguales a la original, y con el tiempo se fueron descolorando y deshaciéndose. En el año1936 el premio Nobel de química, Ricardo Kuhn examinó dos fibras del manto, llegando a la conclusión que el origen de los colores, no pertenecían a ningún elemento animal, vegetal o mineral.

 Seguidamente, en el año 1979 se llevó acabo nuevas investigaciones por científicos de la NASA, con el apoyo de la tecnología moderna. Se descubrió que toda la imagen de aquel tosco e imperfecto material no fue pintada por mano humana; el rostro de la Guadalupana es perfecto y no tiene ningún trazo de pincel. La túnica rosa y el manto azul son tan brillantes y coloridos, como si acabaran de ser hechos, además tienen un simbolismo, pues son los colores del dios supremo de los aztecas, sólo el emperador podía utilizarlos; sobresale en el pecho una cinta negra que era llevada por las indígenas embarazadas. Así la Madre del Redentor presenta a su Unigénito al Nuevo Mundo. La Señora también está sostenida por un ángel cuyas alas son de las plumas del Tzinitzcan, usadas por los aztecas para confeccionar los ornamentos más preciosos y considerados superior al oro. Las estrellas que lleva en su vestido, corresponde a la exacta posición de las principales constelaciones en el solsticio del invierno, es decir, del momento de la aparición. Por lo tanto, toda la Virgen de Guadalupe es un mensaje cifrado de acuerdo a la cosmovisión de los nativos mexicanos.

Los ojos de la Virgen

Para los científicos lo que más les llamó la atención, han sido las figuras humanas descubiertas mediante ampliaciones por computadora, en los ojos de tan sólo cuatro milímetros; en ellos aparecen entre otros el santo vidente y el obispo Zumárraga. Incluso, si se pasa un haz de luz con un oftalmoscopio en los ojos negros de la Virgen, se puede apreciar como el iris brilla y adquiere profundidad; fisiológicamente son perfectos, tal cual como si estuvieran vivos.

La Emperatriz de América

La Virgen de Guadalupe Fue declarada en el año 1910 por el Papa San Pío X, como “Celestial Patrona de toda América y las Filipinas”; su fiesta religiosa se celebra el 12 de diciembre. Su basílica es la segunda más visitada en todo el orbe católico, después de San Pedro en el Vaticano. Son innumerables los milagros, las curaciones, las gracias y conversiones que se le atribuyen a la “Morenita del Tepeyac”, cumpliendo así la promesa que le hizo a Juan Diego: “No estoy yo aquí que soy tu Madre”.

Para complementar lo antes dicho, transcribo un magnifico artículo publicado en la revista el Reino de María, escrito por Howard Earp, titulado:

Nuestra Señora de Guadalupe: Una misión fotográfica

Howard Earp fue presidente del Apostolado de Portland de Nuestra Señora de Guadalupe y agente especial del FBI. Este artículo apareció por primera vez en el Mount Angel Letter poco después de su privilegiada misión en 1963 para fotografiar la imagen milagrosa.

Haber sido escogido para fotografiar el incomparable autorretrato de N.ª Señora de Guadalupe bajo la condiciones más idóneas fue, ahora me doy cuenta, más un privilegio que un encargo. Hoy ver las impresiones a color, resultado de muchas horas de trabajo en el andamio ante su imagen, y de los esfuerzos del P. abad Columban y de la intensa labor de una imprenta de Portland, es casi un anticlimax. A través de ellas recuerdo lo sucedido hace un año en primavera: el abad Columban, de la abadía trapense de Oregón, me pidió que lo acompañara con un equipo completo de cámaras fotográficas a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en la Ciudad de México para obtener los verdaderos colores de esta imagen milagrosa.

¿Una tarea rutinaria? Difícilmente, pero sentí que no sería tanto con la ayuda que se nos daría, con una cámara Speed Graphic grande de 35 mm para mayor versatilidad, y con los accesorios usuales que exige la fotografía a color: fotómetros, cuadros de gráficos de color, filtros, y mucho film. Así que abordamos el jet en Portland hacia nuestra misión.

El abad Columban me proveyó de un folleto que narraba la historia de la única aparición conocida de N.ª Señora en las Américas. Lo leí. No tuve dudas acerca de la autenticidad de las apariciones ni de su retrato. La constante e inalterable tradición de más de cuatro siglos, los reconocimientos y honores dados a este santuario por muchos papas y la Iglesia, después de investigaciones largas y prudentes, y el homenaje de, literalmente, millones de peregrinos me fueron suficientes. Yo podía creer que un indígena de mediana edad llamado Juan Diego había conocido y hablado con nuestra hermosa Señora en la árida colina del Tepeyac; también podía creer que en el lado rocoso de la colina, en pleno invierno, crecieran rosas de Castilla milagrosas; y que Juan Diego las tomara en su desgastado tilma de ayate, como señal para el Obispo Zumárraga, primer obispo de México. Pero el retrato en sí, impreso en su tilma, lo pudimos ver muy de cerca: aquí se encontraba una señal milagrosa que había confirmado la identidad de la Señora y su mensaje; y con lo cual se convenció el anteriormente escéptico obispo. Volví a leer las notables palabras del papa Pío XII: “… ahí, según la tradición, floreció el milagro, y en la tilma del humilde Juan Diego, brochas fuera de este mundo pintaron una tiernísima imagen, que la obra corrosiva de los siglos ha respetado maravillosamente.”

¿Milagroso? Sí, pero no más ni menos que otras apariciones de N.ª Señora, acerca de las cuales he oído y leído. Nuestro Señor obró su primer milagro público en Caná por causa de ella. No hay razón para creer que no continuaría haciéndolo.

Sentí que fotografiar la tilma con el debido respeto, por su naturaleza milagrosa, podía llevarse a cabo cuidadosamente y rutinariamente con las preparaciones que habíamos hecho.

¡Pero no era rutina! Desde que entré en la Basílica sentí la “verdadera” presencia de N.ª Señora. Y aunque esto no es una experiencia excepcional (ahora lo sé porque he preguntado a otros que han estado ahí, y ellos han tenido la misma sensación), para mí, esperar fotografiar una imagen y encontrarme sobre un alto andamio frente a algo más que su retrato, y sentir que de alguna manera misteriosa su presencia permanecía allí fue una experiencia tremenda e inolvidable. ¿Cómo es posible? Recuerdo sus palabras a Juan Diego: “¿No estoy aquí?” y “aquí oiré las oraciones de todos los que me invocan.” Tal vez esa era la explicación.

Ella fue fiel, guardó su promesa. Me sentí inmerecedor de esta experiencia, pero la acepté con humildad.

Encontré que nuestro trabajo con la imagen fue muy inusual, con mucho, fue el trabajo más fascinante que haya tenido. Tomó lugar después de que la Basílica hubiera cerrado por la tarde en dos ocasiones por separado, y continuó hasta muy después de la medianoche, es decir, en momentos en que se podía colocar el andamio sobre el altar principal, ante la imagen, y con el cercado de vidrio abierto.

Antes que nada, el abad Columban, un impresor, y yo trabajamos con gráficos de color en un intento por igualar las sombras y colores del original. Los resultados serían utilizados para revisar las reproducciones que se habían hecho. Estos gráficos de colores contenían pequeños cuadros que iban desde un sombreado claro a uno oscuro de cada color. Pero después de una revisión y comparación larga se descubrió que ninguno de los cuadros iba a tono con los colores delicados de la imagen, los cuales siempre parecían estar “en medio” de los sombreados; y una o dos veces después de haber decidido sobre un color, un cambio en la luz causaba cambios marcados en las sombras de la imagen milagrosa, ¡aunque no en los gráficos de color que yo tenía! Era algo enigmático y confuso. No pude más que concluir que esta imagen no reflejaba la luz como cualquier otro objeto que haya visto. También noté que los colores parecían cambiar con la distancia. Desde la parte de atrás de la Basílica, el manto parecía un verde-azul delicado, suave, muy pastel, fresco y hermoso. Pero de cerca, parecía un azul más oscuro. Muy de cerca, vi la desigual textura del artesanal lienzo de cacto: la imagen parecía haberse “imprimido” encima. No vi. nada de pincelazos.

En ratos, era difícil concentrarse sobre estos detalles, pues el impacto de su retrato me era abrumador. Era indescriptiblemente real, sus características parecían las de una persona viviente, particularmente la cara y los ojos. Como laico, esto no lo puedo explicar, sólo conozco mi impresión. Vacilé en hablar de ella por miedo a un malentendido o a la exageración. Pero desde que entré a la Basílica hasta que me fui, y cuando estuve sobre el andamio, sentí su “presencia.” Es por eso que lamenté irme y por lo cual quiero regresar.

Se obtuvieron muchas imágenes de su bello retrato: de tamaño completo, de cabeza y hombros, de su cara, sus manos, y hasta del ángel que muy contentamente la sostiene sobre la media luna. El abad Columban, los impresores y yo creemos que los colores de las impresiones finales corresponden tanto al original como es humanamente posible.

Pero más importante para mí es el hecho de que Nuestra Señora de Guadalupe nos dejó su tierno mensaje y que “imprimió” su maravilloso retrato, no sólo en la tilma o nuestro catálogo de colores, sino en mi corazón y mente. Comprendí con mayor claridez que sus palabras como Madre compasiva fueron para toda la humanidad, y que vino a Norteamérica, así como a Centro y Sudamérica. Espero que más gente de aquí comprenda esto y vaya a su santuario y la conozcan como nosotros hemos hecho, y la reciban en sus hogares y corazones, pues ella es su Madre, y nunca está separada de él, y nos llevará a él.

Por último, por todo lo aquí expuesto, no nos queda más que agradecimiento y más amor a Nuestra Señora de Guadalupe y un compromiso de fidelidad a ella y su divino Hijo.

Mons. Martin Davila Gandara